Atlis Capítulo 1 El mundo que perdimos

Atlis Capítulo 1 El mundo que perdimos

J.G. Gutierrez

15/07/2018

Nunca había creído realmente en los cuentos de hadas, siempre dije que me habría encantado que existieran, es más, hasta quise tener la ilusión de creer en todos ellos, pero el sentido de la realidad que este mundo me exigía me lo impidió. Ahora que soy mayor, estoy cada vez más cerca de creer en este otro mundo que tanto nos atrapa.

Cuando somos niños no hay ningún problema en creer los cuentos de papá y mamá, en Papá Noel, en Aslan o en Eru Iluvatar. Sin embargo, cuando crecemos, esto cambia completamente, la educación formal y las sociedades están alejadas de lo fantasioso y de lo romántico. Queda siempre en uno mismo rebelarse contra lo establecido y creer en todas estas cosas.

Encuentro consuelo en la Biblia. Muchos dicen que es literatura fantástica, yo opino que es un realismo clásico. Si puedo creer en todas las historias que relatan los textos sagrados del judaísmo y el cristianismo, la realidad de nuestro mundo, entonces, supera de manera impetuosa a la que nos quieren vender.

Quizás entre todos los pacientes psiquiátricos internados por esquizofrenia alucinatoria hay alguno que esté realmente sano, que ha abierto la puerta a ese mundo de hadas, elfos, ninfas, dríades y náyades, dioses menores, dragones y serpientes marinas. Pero este mundo obsesionado con ocultarnos estas cosas los ha encerrado y medicado para que no le cuenten a nadie.

Mientras pienso en todo esto hoy, no puedo dejar de pensar en George MacDonald, un clérigo anglicano del siglo XIX que abrió la puerta a este mundo maravilloso y nos explicó cómo el cristianismo se acerca a esta alegría, Fantastes es un claro ejemplo.

Cuando C.S. Lewis y J.R.R Tolkien leyeron a MacDonald, su vida cambió para siempre (la mía también) y comenzaron a describir todo lo que vieron en Narnia y en la Tierra Media.

No nos confundamos. No es que George MacDonald haya inventado el País de las Hadas, o que Lewis haya creado Narnia, o que Tolkien haya escrito de su propia imaginación la Tierra Media.

Ellos estuvieron allí y nos contaron lo que vieron, pero si lo hubieran relatado como una experiencia realmente vivida, los habrían encerrado en un manicomio y no habrían sido los grandes escritores que conocemos hoy.

Yo postulo que Ánodos, es realmente George MacDonald a los 21 años, que Digory Kirke y los demás protagonistas de Las Crónicas de Narnia son representaciones de las visitas de Lewis al mundo de Aslan. Y que Tolkien ha estado en la Tierra Media, dejando a Christopher a cargo de las llaves. No se me ocurre otra explicación, ya que pienso de igual manera de Pablo de Tarso, de Elías o de Moisés sobre las cosas narradas en las Sagradas Escrituras.

Incluso los cruzados con su fanatismo, han escrito sobre dragones y bestias que hoy en día se creen inexistentes o de fantasía.

No podría saber estas cosas solo por haberme levantado temprano un día aleatoriamente. Realicé una investigación exhaustiva sobre el asunto, viajé y recorrí diversos países, explorando cuevas y casas viejas. Escribo este libro con el motivo de dar a conocer cada una de estas cosas, ya que las Autoridades Superiores me dieron el permiso necesario, la inspiración.

A continuación, adjuntaré las notas de mi diario de viajes para que usted, lector, o lectora, conozca las fuentes de este volumen.

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Comienzo

12 de diciembre de 1998

Oxford, Inglaterra, Reino Unido.

13:40

Acabo de bajar del avión, estoy en un bar del aeropuerto, se supone que me encuentre con mi contacto a tomar el té a las 16:00. Tengo que mostrarle lo que encontré en Argentina. Todos pensamos siempre que documentos así se encontrarían solo en las regiones escandinavas o en las cuevas egipcias. Pero no, encontré estos escritos élficos en las cuevas de Tandil, junto con reliquias del mismo pueblo. No sé qué hacer con estos objetos, claramente venderlos no es una opción, no puedo dejar que ningún burócrata se haga con semejante hallazgo, no dirán de donde viene, yo sé lo que van a decir, que es de los pueblos originarios, pero ellos no escribían así, ni dibujaban estas cosas, y de ninguna manera ellos trabajaban los metales de esta forma… Esto es herrería de otros tiempos.

18:30

Estoy en el colectivo, recién me voy de la casa de mi compañero, me vi en la obligación moral de dejarlo con el objeto y las páginas que encontré en mi país. Me dijo que me lo agradecía de todo corazón, pero que era peligroso tener conversaciones sobre estos objetos en Oxford y que fui muy imprudente al subir al avión con algo así.
Tenía razón, lo envolví en aluminio para que no lo detecten, y tuve suerte (o ayuda) ya que no hubo inconveniente.

Le deje las páginas para que las tradujera, me dijo que iba a tardar por lo menos 2 días, pero que mientras lo esperaba, me tenía que encontrar con alguien “un Embajador” en Eagle and Child, “una de las puertas”.

19:00

Eagle and Child está lleno de gente. Mientras espero, disfruto una pinta de cerveza ale, está fría, en la parte de atrás de mi lengua y mi paladar puedo sentir el amargor propio de este lúpulo. No es lúpulo inglés, no es lúpulo patagónico, no es lúpulo de las indias. Esto es de alguno de aquellos lugares donde hay bosques enteros de lúpulo y la cerveza corre en arroyos.

Hay mucha gente cuya apariencia me hace sospechar. En la mesa a mi izquierda hay un joven de cabellos largos y claros, muy delgado, tiene puesto un gorro, lo cual es de muy mala educación si uno está en un lugar cerrado, pero claro, no es por el frío de diciembre o la lluvia de Oxford, es para ocultar sus orejas. Yo lo sé, cuando era más joven pensaba que estaba loco por pensar cosas así, pero después visité aquel lugar.

Por la puerta del pub entró un hombre de aspecto extrañamente familiar, aunque no lo vi jamás. Lleva 5 minutos discutiendo con el cantinero. Se me está acercando.

Aquella nota del 12 de diciembre de 1998 a las 19:00, fue la última que escribí, ya que el hombre que se me acercó, uno de los Embajadores, me pidió que por favor no escribiera más en mi diario, ya que, si alguien lo llegara a encontrar, sería una tragedia. Tuve que dárselo.
Irónicamente, ese diario lo había comprado en el Aeropuerto de Ezeiza antes de salir para Oxford y solo tenía 3 notas escritas.
Al parecer, mi compañero no le dijo al Embajador sobre las notas élficas que estaba traduciendo, eso sí que habría sido un problema.
Aquella tarde, se convirtió en noche mientras conversaba con el Embajador. Tuve que contarle todo lo que sabía sobre aquel mundo, que en aquel momento era mucho menos que ahora, ya que solo había ido una vez.
Me pidió que mantenga el mayor hermetismo posible sobre todo lo que había visto y sobre cómo había llegado, también de cómo había vuelto. No pude convencerlo de que no tenía idea de cómo había conseguido ambas cosas.
Mis ideales sobre la relación de aquel mundo con el nuestro era casi ninguna, ya que no sabía prácticamente nada. Ahora que fui y volví, ahora que viví allá, volví y viví acá;

Nada es lo mismo ni lo va a ser.

Los habitantes de aquel lugar, al que llamaremos, Atlis, en referencia al continente perdido del que nos contaba Platón, tienen la misma actitud que los habitantes de nuestra aburrida y monótona tierra. Ellos no quieren que los niños crean en un mundo gobernado por humanos, donde los animales no hablan y están subordinados, donde los dragones fueron extinguidos por caballeros que hablaban indignamente en nombre de Dios, y donde la magia es reducida a un ridículo espectáculo de circo. Realmente creo que no merecemos nada de todo lo que Atlis nos dio.

Sé que todo es muy confuso, querido lector. Pero a medida que leas mis notas, vas a comprender todo más claramente. A partir de los siguientes capítulos de este volumen, intentaré describir de manera teórica cómo funcionan las cosas entre Atlis, sus mundos y nuestro universo.

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