Grito tras gritos, un cuerpo aun en vida postrado en una mesa de metal oxidada siendo destrozado y mutilado con los golpes de un martillo con forma irregular, sollozos incesantes pidiendo piedad sin lograr nada más que mayor cantidad de sangre, cinco en fila esperando su turno para ser ellos los siguientes en ahora ser parte de los fluidos, vísceras, sangre y huesos rotos, todo esparcido por el cuarto, creando charcos de putrefacción, pensando cada uno nada mas que en blanco, mirando hacia el suelo, encadenados de manos y piernas quedando sin consciencia del dolor inenarrable que sentirán cuando les llegara su momento de ser ellos los que estarían en esa mesa, delante de ellos, un verdugo de un tamaño monstruoso, con una sonrisa de oreja a oreja que demostraba excitación por lo que le causaba a su víctima, sin ninguno de los prisioneros con mísera esperanzas de sobrevivir a su crudo destino, pedazos de cuerpos mutilados alrededor de la mesa, cabezas, brazos, piernas, dedos, partes irreconocibles del tan mal estado en el que se encontraban, “cortar, cortar, cortar”, repetía en voz alta una y otra vez sin cesar el verdugo mientras levantaba su instrumento de tortura y lo estampaba contra lo que el consideraba su nuevo juguete favorito…

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