Síndrome de Diógenes

Guardo las innecesarias papeletas y dos balas en una carpeta,

los boletos de cinemas y en la mente unos cuantos dilemas,

guardo las cajas de condones y todos tus tótems.

por mi síndrome de Diógenes tú sabes de las damas anteriores,

le doy más uso a la tinaja porque contra la gente es ventaja.

Hoy me di cuenta de mi síndrome de Diógenes,

pero me guardé el descubrimiento en la cartera,

esa donde llevo todo menos dinero,

uno de tus cabellos y una foto vieja no tan vieja.

Salgo a las calles de mi Lagos buscando a los honestos,

delirando mi síndrome de Diógenes con alcohol en los riñones,

guardo todo en esta condición, incluso retengo la respiración,

pero lo que aún no guardo es el escote que me muestras los sábados,

los besos que me das, pues entre más me besas, quiero más.

No busques un sentido cuando guardo las plumas que caen del cielo,

el mundo es para acapararse, bien me enseñó la historia,

y hay que acaparar las cosas, aunque razón no tengan,

tal como las memorias de ayeres, como la nostalgia irrisoria.

Guardo tus orgasmos y tus «ahí está», todo eso calmará,

calmará como el sentir del primer trago o como la comida a un vago.

y yo de los vagos envidio todo; lo incierto, lo moderno y azaroso.

Entre la migraña y sus calmantes, reconozco yo mi síndrome de Diógenes,

y mañana recuerda que acumulo el mañana, como una tradición bien malsana.

A mí también arrójame a los perros cuando muera,

pero a esos que son negros y escriben poesía,

pues ya estoy acostumbrado, en este síndrome de Diógenes,

a acumular su inspiración, su soledad junto con la mía.

Y aviéntame rimas de Bécquer si en verdad dices quererme,

plumas de golondrinas, papeles olvidados y las canciones de Sabina,

pues no hay mejores acúmulos que el buen arte y sus estímulos,

pero lo que más guardo en este síndrome de Diógenes, pálida mía,

es la paciencia para volver a estar contigo en cama al siguiente día.

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