Versos al pensar despacio

Versos al pensar despacio

Versos al pensar despacio

I

ELLA.

Me encontrará después de los sonidos fuertes del regreso.

Siempre estaré en su círculo de nubes, y los ardientes besos de mis sueños.

La percibo en el viento de los jueves y en los ladridos nocturnos de los perros.

Ella llegará en el invierno de mis facultades. Siempre lo supe y la percibo tímida, pálida de cuitas olvidadas.

Mi compañera real en la añoranza propia de la ausencia falsa. Ella llegó envuelta en túnicas doradas allá en las olvidadas romerías. Las vigilias quizás de sus retratos, o los recuerdos gratos de sus besos. Y las canciones de luto de los muertos.

Ella y yo, inevitable imbricación y encuentro. Misterio no resuelto en esta fase de significativos tratos. Cuando me vea, con su mirada tierna, y me miré a los ojos muy resueltos, partiré por siempre del teatro.

II

Concierto.

Podría llorar como una nube y regar el prado con las gotas. Con vuelo de gaviotas alucinada y fuerte.

Podría, pero no lo hago, prefiero el verbo eficaz de los lunáticos.

La garganta marchita por la sed de cuentos y sortilegios mudos. La verdad de los astros y el murmullo del viento, y la mirada presente en nuestros tratos.

Después las amenazas y los políticos de voces muy opuestas. Los cardenales y la piel infesta.

Soy pacifico, no cordero repetidor de ideas. Voy haciendo mi voz en con las mareas.

III

La libertad.

Es tan alegre la vida sin encierros que los perros saludan a sus dueños sin sogas.

Reír es un coloquio con el alma, y un revolucionar de sueños.

Voy camino del encuentro siempre con las palomas de la paz. Guerrero del trinar de los más débiles y brazos fuertes que no descansan ante la crueldad.

Me enamoro y vivo los colores del descuento diario. La sublime añoranza de recuentos.

Existo en cada calle que lleva a la esperanza. No quiero ser garrote, o el triste parloteo de refinados sesgos.

IV

Los pensamientos

De ocasiones marchitas y sublimes melodías están nuestras vidas como moldeadas. Un zapato a su pié.

Prefiero el caminar descalzo.

En cada camino de expectativas propias nos hacemos. Como un homenaje a todo lo que oímos y a todo lo que vemos, sus mordazas.

Piso el suelo y me miro los dedos enfangados, y el calcañal fortalecido de maltratos.

Detrás de aquellos gatos del Egipto elegido me detengo un rato.

Me unjo con sus mitos.

V

Ser

Mas vale ser, que estar empotrado en el veneno injusto del cemento. Ser parte, luchar por nuestras voces, como luz de luciérnaga en el oscuro trazo.

Si no vibras las energías se tuercen, y las carroñas te comen los pedazos. Como bólidos que martillan el suelo han de ser nuestros pasos.

Reconquistar la ausencia de los bailes sin máscaras y los biombos sin cetros.

Ser, un ir perpetúo, como los vientos alisios defienden el verano.

Quizás como tu yo, resplandeciendo en el enorme entramado de los hechos.

VI

De mis tardes.

Las mañanas soleadas y la tarde inquietas, porque la noche cae despavorida sobre sus luminosas fauces.

Jardín de la esperanza que arde en un sol que ya camina hacia sus órbitas, en su rutina de iluminar a los anochecidos en la distancia propia del vespertino avance.

Así son mis tardes de melancólica monotonía, mirando los destellos de luces que fluctúan entre un verdor opaco y chispazos de sangre.

En los inviernos la perezosa tarde dura poco, y la oigo crujir en mis cantares, como cuando por la vereda del hastío, un caminante sin rumbo y sin espacio, persigue los suspiros ancestrales.

Quisiera caminar tras las sublimes armonías de las aves, perseguir en los charcos de las ranas amables, algún rincón de pétalos vacíos.

Pero me quedo en los recuerdos de tiempos ya caídos, de pantalones cortos y de juguetes muertos, parado en la ribera de algún río.

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