Es que llenaste de flores,
la claraboya de mi casa,
y dejaste que entrara la luz,
en formas eternas.
Es que no hay rato del día,
en que no piense,
que hiciste un nido,
en el medio de mi cuerpo,
bah, un poco más hacia arriba,
y por allí te quedaste.

Y que feliz me hiciste, me haces, me harás.

Y cómo me colmaste de poesía las orejas,
y los ojos de mares.
Y regaste las plantitas de mi alma,
las rebosaste de risas,
y ahora no solo crecen,
sino que ríen,
y es por ti.

Y me hiciste vibrar,
como una libélula,
que vuela y busca su lugar,
pero el mío está muy claro,
de tu comisura izquierda,
hacia la derecha,
mi cuna de risas,
mi guerra y mi paz.

Y siguiendo los puntos,
de tus lunares,
me encontré con tus ojos,
constelación de estrellas,
que deja su estela,
por todo mi cuerpo,
me vuelve vulnerable,
me calma, me brinda sosiego.

Y me hiciste parte,
de tu cielo.

Me subiste a tu luna,
me enseñaste a bordar,
cada una de las locas ideas,
que nos pasaban a buscar.

Y titilan mis manos,
llenas de tu voz,
llenas de mi anhelo,
de tenerte aquí,
hasta que te olvides,
de tus cicatrices,
y yo misma pueda,
llevarte hasta cada una de ellas.

Déjame dormir,
en el resplandorcito de tu fogata,
esta noche, amor,
que me invada tu fulgor.

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