El ser más amado

¿Cómo olvidar a un ser amado?, ¿Cómo poder dejar atrás aquellos momentos vividos? – Son algunas preguntas que me hice los primeros días de dolor, conmocionado y nublado por aquel sufrimiento tan grande e inesperado que pasé junto a un ser tan querido, que, incluso a día de hoy me pone los ojos, como inflamados por el yodo.

Iluminaste cuatro vidas que sufrían por amor, llegaste a crear la unión en un hogar totalmente extraño y ajeno a ti, a veces pienso “cuan valiosa y hermosa es la llegada de un nuevo ser a una familia”. Este es capaz de mejorar los momentos mas tormentosos, hacer que unos se unan con otros y que el mundo por un corto instante gire en torno a él.

El amor no es exclusivo de los humanos, el amor es de todo ser vivo, es para quien lo quiera sentir, y más aún para quien lo quiera transmitir, el amor para mi es aún algo muy complejo de comprender.

Nos diste amor, nos diste cariño, nos hiciste sentir que estábamos acompañados, nos transmitiste fortaleza, nos diste valor, por esta y muchas cosas más, tenemos que agradecerte, es tan indescriptible e impreciso todo lo que pueda decir en este texto.

Fue una conexión mística el encontrarnos contigo, fue la comprobación necesaria para decir que la “casualidad” se convierte en “causalidad”, ¿Como explicar que llegaste en el momento justo? – Solo basta con decir que te estuvimos esperando mucho tiempo.

Llegaste sin pedirlo; casi moribunda por la delgadez, debido a los malos cuidados con los que te tenían, sin embargo, en aquellos momentos luchabas por protegerte y defenderte de quienes querían atacarte; desde esos momentos tan difíciles de tu juventud eras una luchadora, por ese motivo y sin esperarlo llegaste a nuestras vidas.

Fue un día claro de otoño, aquel otoño que jamás olvidarás, cuando viste a dos desconocidos pasar por aquella letrina de las calles de un barrio, fijaste tu mirada en aquellas personas y armaron un pacto espiritual para lo que sería una gran aventura que comenzaría en ese momento.

Supiste que eran momentos difíciles en las vidas de esas personas, te diste cuenta porque no podían llevarte a causa que no les alcanzaba el dinero para adoptarte, sin embargo, luego que cruzaran palabras y, regresaran varias veces, lograron sacarte de aquel lugar tan minúsculo.

Al llegar a tu nuevo hogar llorabas sin cesar en las noches, pero, siempre había un momento que te cansabas de hacerlo y dormías.

Los primeros días te deprimiste, porque te sentías extraña en un lugar que no conocías, dejaste de comer, sin embargo, estabas muy delgada para poder sobrevivir sin alimento, esas personas te llevaron a un señor que dijo que no podrías sobrevivir, pero, la señora, esmerada porque vivieras todo tipo de soluciones para que no murieras; ante el comentario tan desalentador, aquella mujer decidió obligarte a ingerir alimento, pero no cualquier tipo, esta estaba llena de nutrientes para que pudieras recuperarte lo más rápido posible, estabas tan débil que hasta te costaba ponerte en pie y andar.

Eras apenas una bebé, cabías en el antebrazo del niño que te cuidaba, en esos momentos tan difíciles te dieron todo el apoyo que pudieron, pero, lo que más valió fue tu convicción para sobrepasar ese gran obstáculo.

Demostraste gran valor en poco tiempo. Llegó el momento que dejaste de comer de las manos de aquellas personas y fuiste a buscar sola tu alimento. Poco a poco recuperaste tus dotes y tus fuerzas, mejoraste en tan solo semanas.

Fuiste creciendo, entre juegos y risas, cuando cumpliste tu primer año descubriste algo que perduraría hasta tus últimos días. Cierto día, mientras jugabas, comenzaste a temblar, no sabías que te pasaba, te asustabas porque no podías controlar tu cuerpo, intentabas ponerte en pie, pero no podías, luchabas por volver a la normalidad, pero todo intento era fallido. Las personas que te vieron te llevaron donde ese señor que no te dio esperanzas de vida, tu solo recordaste hasta que te pusieron un sedante y quedaste dormida.

Al despertar te enteraste que fue un ataque de epilepsia, pero no sabías el motivo. Cuando te encontrabas mejor y estable, te llevaron a casa.

Al llegar todos las personas con las que vivías estaban preocupadas por lo que te pudo haber pasado. Aquellas personas asimilaron esta nueva condición que tenias, así que cuando volviste a ponerte en pie todos actuaron como si nada hubiese pasado y todo volvió a tomar su curso natural.

Te gustaba jugar con las almohadas de los muebles, hacías muchas cosas más, que, a veces resultaban extrañas, como comerte el perejil sin ningún tipo de aderezo o en algún alimento, simplemente lo ingerías crudo, te gustaba sacarlo de la bolsa del mercado de quien se convirtió en tu madre. También saltabas para atrapar moscas en el aire, lo más interesante era que lo lograbas. Esto demostraba una gran convicción en tus acciones.

Los peores días para ti eran los días festivos, porque en este país se tiene la costumbre de explotar fuegos artificiales en los días alegóricos. Cuando eras pequeña te escondías a faldas de tu madre o te ibas a su cuarto a dormir con ella, asustada, temblando de miedo. Al día siguiente todo pasaba y volvías a jugar como siempre.

De alguna manera fuiste una compañía clave en aquellos momentos tan duros para esas personas que se convirtieron en tu familia, esos años no eran los mejores para el niño en su colegio, siempre padeció de bullying por su sobrepeso y, años más tarde por ser «anormal», eras tú el único ser al que podía hablarle abiertamente sin callarse nada, lo escuchabas atentamente, si lloraba, tú lo besabas y, como si supieras su tristeza te echabas a su lado sin separarte ni un segundo. Lo escuchaste muchos años, jamás te quedaste dormida, por más que fueran altas horas de la noche.

Como tu dormías en los muebles, muchas veces ese muchacho se quedó a dormir ahí contigo, haciéndose compañía, él se sentía muy solo, sabías que no tenía amigos, porque todos lo discriminaban, aunque sin poder hablar, sabes que le diste fuerzas para poder afrontar esa dura realidad a diario.

Sabías que algo no andaba bien, cunado tus familiares empezaron a empacar sus pertenencias, saliendo a menudo y al regresar solo hablando de lugares a los cuales ir a vivir, sabías que se acercaba una mudanza, aunque no supieras que era eso.

Cuando fuiste a esa nueva casa, que estaba en frente de la tuya, te sentiste extraña, no sabías que era ese lugar, te ponías muy nerviosa al no conocer nada de lo que había ahí. Una noche que tu madre y hermano fueron a comprar algunas cosas, te pusiste muy nerviosa de estar sola e hiciste un gran desorden y destrozo, sabías que estaba mal eso, por eso te escondiste cuando llegaron tus familiares. Esa fue la primera y única vez que tu madre te puso la mano para corregirte. Luego de ello aprendiste a respetar y no maltratar lo que era valioso para alguien más.

Al cabo de tres años se volvieron a mudar, como paradoja del universo, regresaron al punto de inicio, a la casa donde los expulsaron por no pagar el alquiler.

Tú, ya con casi cuatro años, a cumplir todos los días dos de diciembre, seguías siendo la misma de antes, cada vez más fiel y cariñosa con tus familiares. Comías con ellos, dormías con ellos, jugabas con ellos, incluso rezabas con ellos, siempre estuviste a su lado, y eso siempre te lo agradecerán, porque llenaste un espacio que muy pocos seres pueden llenar.

Al año siguiente sucedió algo inesperado, tu dormías en los muebles, a veces sola, a veces con uno de tus hermanos, sin embargo, cierto día tu hermano menor comenzó a dormir contigo a diario. No te incomodaba porque ya estabas acostumbrada a dormir con ellos. Al principio te echabas a sus pies, luego fuiste a su lado, al final te echabas en su espalda y ahí te quedabas hasta el otro día, parece que encontrabas mas cómoda la espalda de ese joven que el propio mueble. Todo esto duró un año entero que jamás olvidaste.

Los años fueron pasando, fuiste envejeciendo, tus ataques «epilépticos» fueron empeorando, aun no sabían que era; hasta que en un momento dado en tu pierna brotó una bola pequeña, te llevaron donde ese señor otra vez, que hasta ese día supiste que era tu doctor personal. Descubrió el motivo de tus ataques y, no te agradó nada lo que dijo, este pequeño suceso fue el determinante para decir que te brotaban ese tipo de tumoraciones en todo el cuerpo, tanto interno como externo. Cuando estos tumores diminutos te brotaban en un área del cerebro, te obligaba a convulsionar, sin saber como detenerlo, solo tu fortaleza determinaría tu tiempo de vida.

Tus familiares al enterarse de esto, les dijeron que lo mejor era darte una calidad de vida maravillosa, hasta que alguno de esos tumores saliera en un lugar de tu cerebro que te impidiera seguir viviendo.

Y así fue, los tres años siguientes, al contrario de vivir con la constante preocupación que eso pasara, se adaptaron a que te dieran los ataques, para siempre estar ahí contigo, siempre protegiéndote.

Estos ataques pasaron de durar poco a durar mas de diez minutos, incluso una hora. Con cada ataque perdías un poco de tu esencia, como si la vida se te fuera acabando de a pocos, como si tu tiempo ya estuviera marcado; perdías alguna habilidad, ellos no sabían que más hacer, se sentían impotentes que lo único que pudieran hacer sea solo estar contigo y calmarte, esa era la única solución, esperar a que tu misma reacciones y vuelvas a la normalidad.

A pesar de esta gran dificultad, extendiste tu vida por once años, fueron once años mas que los que te dieron de vida en un principio. Siempre valerosa, siempre cálida y cariñosa, sobrepasando todos los obstáculos que la vida misma te puso.

Cuando tenías ocho años aprendiste a hacer dos cosas nuevas, la primera fue una nueva forma de jugar, ya no eras tan ágil como antes, puesto que fuiste perdiendo rápidamente tus dotes a causa de la enfermedad, tus padres idearon una nueva forma de jugar contigo, la llamaron “escondidas”, tu padre se escondía en un lugar, luego tu madre te decía: –¿Dónde está tu papa?, búscalo – y tu lo buscabas; cuando lo encontrabas él te asustaba y salías corriendo para luego volverse a esconder. Así jugaban por horas, hasta que te cansabas y te echabas a dormir.

La segunda fue imitar un sonido característico de tus padres para engreírte, que parecía un cerdito, de tanto escucharlo comenzaste a hacerlo cada vez que llegaban tus familiares de la calle, esta era una forma de engreír a las personas que te daban tanto amor, ellos lo llamaron «chanchito» y, de tanto que lo repetías te pusieron un apodo:»chanchita».

Este sonido y alegría que tenias por vernos, hacia que, por mas que estuvieran muy cansados, sacaran energías de donde no las había para poder jugar contigo en ese momento. Hiciste muy feliz a tu familia.

Los años siguieron su curso, fue algo muy preocupante para tus familiares que ya no tuvieras tanto esmero al recibirlos de la calle, aun hacías tu «chanchito», pero ya no querías jugar; de cierta forma ellos lo entendieron, supieron que ya no te sentías bien, sin embargo, esto no fue motivo para dejar de quererte, es mas, te cuidaban y te querían mas que antes, aunque ya no quisieras que lo hicieran.

Te volviste un ser querido hasta para el veterinario, él iba hasta tu casa para verte y examinarte como estabas progresando.

El último año fue inesperado, fue un año de penumbras, fueron detectadas muchas enfermedades en tu abuelita, nadie puede predecir el tiempo ni la vida, en ese momento habían dos personas con una vida limitada por enfermedades.

Esa navidad y año nuevo fue tal vez el mas triste, o tal vez el momento que se debió aprovechar para cambiar algo que iba de mal en peor. Veías que tus familiares se llevaban cada vez peor, ya casi nadie tenía tiempo para poder jugar contigo, tus hermanos ya tenían sus respectivas parejas y, tenían que afrontar sus problemas solos.

Debido a problemas en la compañía de luz, estuvieron a oscuras esos dos días festivos, tu sabías que el año nuevo era algo muy importante para tu familia, ese día esperaban a que sea las doce de la media noche, para hacer un rezo especial, que se hace cada año nuevo, para determinar y trazar los objetivos y metas del próximo año, sin tener energía eléctrica y sin ganas, todos fueron a hacer ese rezo especial, una familia ya casi devastada y destruida, que se unieron en oración por ese día, y tu también estuviste ahí, porque eras parte de esa familia; Nuestra familia.

Estuviste asustada durante toda esa noche, se reventaban muchos fuegos artificiales, por el día festivo, nuestra madre te llevó a dormir a su cuarto, que por cierto ya tenías mas de un año que dormías con nuestros padres en su cuarto.

¿Quien diría que once días después, sucedería algo que cambiaría nuestras vidas para siempre?…

Yo me fui a la universidad en la tarde como todos los días, tu estabas igual, echada por el gran cansancio que tenías ya hace buen tiempo. Al regresar a media noche, la vi a ella con toda mi familia, temblando, sabía que le había dado su ataque otra vez, cuando le pregunté a mi madre, ella me dijo que estaba así desde las diez de la noche, todos estuvimos muy preocupados, sin embargo, como cada vez que te daba una de tus crisis, solo podíamos estar contigo, las horas pasaron, y no te recuperabas. Lo que más temíamos que sucediera, pasó. Cuando había ya pasado mas de la una de la madrugada, sabíamos que ya no te recuperarías, asumimos que sucedió aquello por lo que tanto tiempo estuvimos preparándonos, lo que te sucedió ya no tenía arreglo.

Te veía ahí, con el cuello torcido, la lengua afuera, un ojo entrecerrado y el otro muy abierto, medio cuerpo dormido y el otro despierto, parecía que te habías quedado en estado de hemiplejia. Hasta en esos momentos demostraste ser una luchadora, campeona y muy educada, batallaste hasta el final por estar bien, intentaste demostrárnoslo, pero, nosotros sabíamos que ya no lo estabas; intentabas decirnos con tu mirada que lo estabas, que te dejáramos, sin embargo, cuando intentabas ponerte en pie, el cuerpo se te iba hacia un lado y caías al suelo o al mueble.

Llorabas por bajar y correr de nuevo, o para ir al baño, lo único que podíamos hacer era evitar que te hicieses daño con alguna caída, estuviste llorando por más de treinta minutos para ir a orinas, sin poder aguantar más tiempo, lo hiciste en el mueble. Al parecer eso era lo que te tenía despierta, porque luego de eso te echaste a dormir.

Mi madre y yo nos quedamos contigo cuidándote, como en los viejos tiempos, no dormí esa noche, porque tenía que hacer unos trabajos muy importantes, me fui a la mesa para culminarlos, pero, al sentir que me fui de tu lado, te despertaste y me miraste, yo sentía el poder de tu mirada, así que volteé la cabeza y te vi, ahí, mirándome, como si me dijeras –Ven, quédate conmigo. No te alejes de mi –, sin pensarlo dos veces fui contigo, no me importó que tan importante haya sido ese trabajo, mucho mas importante eras tú, así que me eché a dormir contigo.

Aunque algo me decía que aquella vez sería la última noche que pasaría a tu lado, no quería aceptarlo, lloré toda esa noche, sentí como si algo dentro de mi se partiera en miles de pedazos imposibles de volver a reunir. Terminé por aceptarlo, así que te abracé muy fuerte y te deseé lo mejor para tu próxima existencia.

Sabía que no te iba a poder ver al día siguiente porque tenía que atender a un paciente que estaba atravesando algo muy duro. En mi mente en todo momento estuve orando por tu vida, orando porque se tome la mejor decisión, aquella decisión donde estuviera seguro que estarías bien y podrías vivir plenamente.

Esa mañana la llevaron al veterinario, yo me encontraba muy cerca al lugar al que me dirigía, cuando de pronto mis padres me llaman y me dicen que regrese a despedirme de ella, que la mejor opción sería dormirla, para que ya no sufra, porque estaba sufriendo demasiado en ese estado, e iba a sufrir más si la dejábamos con vida de esa forma. Lo único que respondí entre lágrimas, fue – Yo me despedí de ella desde el día anterior, le juré con todas mis energías que jamás la olvidaría y, que siempre estaría a su lado para hacernos compañía por la eternidad –, solo les pedí que le den tranquilidad, para que inicie su nueva vida lo más pronto posible.

Lloré todo lo que me quedaba de camino, incluso al llegar me encerré en el baño para tratar de calmarme, sin resultado alguno, tuve que utilizar un par de técnicas de represión para encontrarme bien para atender y ayudar a mi paciente, puesto que en ese estado de melancolía no lograría nada bueno.

Su partida fue tan inesperada como su llegada…

Al regresar, solo vi su cuerpo ahí tumbado en el mueble, su lugar preferido, lo único que pude hacer fue abrazarla y llorar como un niño que perdió su ser más amado…

12/01/2018

12:30 p.m.

11 Años.

Lady García O’Diana.

A veces creemos que una mascota es solo eso, pero nunca pensamos en ellos como un ser vivo, o incluso como un integrante de nuestra familia, yo siempre la vi a ella como una hermana, le decía “guaña” como alegoría a hermana canina, hay muchas cosas por contar, tantas experiencias vividas que jamás se olvidarán; pero, sin duda alguna, lo que se siente al amar no tiene comparación.

El amor, es tan complejo, la amamos, y ella nos amó, ¿como describir el amor? un amor tan profundo que no se puede explicar con palabras, los perros a diferencia de los humanos lo comunican con su presencia o simplemente la mirada, aquella mirada tan profunda lo dice todo, cuando se logra comprender la mirada de un perro, se logra comprender un mundo nuevo.

Cada ser vivo es un universo entero por descubrir, es tener la mejor aventura de tu vida, es no volver a sentirte solo, es sentir el amor plenamente, sentir que te amó y dio lo mejor de su vida para ti, también en saber que tu lo hiciste por el o ella, sin condiciones, tan solo vivir…

Siempre te amaré, Lady, mi mas grande compañera.

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