-Sara vamos, ya es hora de irnos.
Sara no hacía caso, seguía corriendo, casi sin detenerse. Corría por toda la plaza, sin seguir un orden. Corría, daba vueltas, siempre sonriendo. Fingía no escuchar que su papá le insistía una y otra vez para volver a casa.
Por un lado, su papá era feliz de verla sonreír. Era el único momento en que ella sonreía. Pero ya quería irse.
-Sara, tengo frío… Y creo que Toby también quiere volver…
Sara se detuvo inmediatamente al oír eso. La niña caminó en línea recta hacia él, muy seria, como si con sus apenas ocho años fuera a retar a su papá por lo que había dicho.
-Ya sabes que el nombre del perro es Tobías, no Toby. Por favor, no lo llames así.
-Ya que viniste a hablarme, ¿qué te parece si nos vamos a casa?
Sara hizo una mueca. Su papá hizo trampa, pero igualmente estaba cansada, así que lo tomaba como si en verdad fuera decisión suya el volver.
Caminaron juntos, despacio, casi sin hablarse. Sara ya no sonreía, estaba seria, apagada. Parecía que la niña feliz se había quedado dando vueltas en la plaza. Ahora se mostraba muy seria, parecía ser una mujer adulta. Muchas veces tenía actitudes de alguien así, como por ejemplo con el nombre del perro. Su padre había adoptado un perro para ella porque sabía que a ella le gustaba, ella al verlo, sin mucho ánimo dijo ‘Se llamará Tobías, y así le diremos’. No le gustaba que lo llamaran de otra forma. A ella tampoco le gustaba que la llamaran de otra forma. ‘Soy Sara’ decía.
Por eso su padre le dijo ‘Toby quiere irse’ porque sabía que eso la molestaría y dejaría de correr para corregirlo.
Sara solo reía cuando corría en la plaza porque allí fue la última vez que fue verdaderamente feliz… Allí se enteró lo de su mamá, cuando corría feliz. Por eso ahora todos los días quería ir a esa plaza y correr. Correr hasta creer que estaba en el pasado, cuando siempre era feliz porque estaba su mamá.
Cuando dejaba de correr, era como bajarse de un juego muy divertido y caer en la triste realidad.
Sara ama mucho a su papá y sabe que él se preocupa por ella. Ella también se preocupa por él y quiere sonreír por él, pero no lo logra por completo.
Al fin llegan a casa.
-Sara ¿quieres tomar algo rico para merendar?
-Solo un vaso de leche y un poco de pan.
Otra vez la misma rutina, su papá siempre le ofrecía algo rico para tentarla, pero ella no quería. Lo único que aceptaba, y eso era porque su padre no le permitiría no merendar, era un simple vaso de leche y un pedazo de pan. Esto se debía a que la madre de Sara, le preparaba ricas meriendas, galletitas de muchas formas, tortas decoradas, todo casero, preparado con mucho amor. Pero ahora cualquier cosa que intentara comer ahora tenía un sabor amargo.
Su papá también se daba cuenta de esto, pero no quería rendirse. Se hacía ilusiones que tal vez algún día Sara probaría algo tan rico que volvería a sonreír.
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