Qué poco te duró tu paraíso, querida,
qué eternas serán tus mentiras;
momentáneas fueron tus verdades,
tuerto fue todo mi sentir.
Y prepara tu culpa, muñeca,
alista todos tus remordimientos,
pues yo me encargo con poesía
el cercenar las alas de este amor.
Esta poesía que te escribo es honesta.
Aprender de ella deberías en tu miseria,
aprender cómo es tan fácil no mentir,
cómo es sencillo mostrar caras verdaderas.
Y léeme bien porque esta es la mía;
la cara del traicionado confidente,
la faz del amante mil veces herido,
el semblante de quién no vuelve a creer.
Te soy honesto, cariño,
esto por juramento al diablo yo lo tomo:
he aquí el final de los anhelos,
he aquí tu medicina de dios de cortadas alas.
Qué poco te duró tu paraíso, querida,
abandono las puertas de tu falso cielo,
me dejo caer en el averno y sus mares infinitos;
contempla hoy a este: tu ángel caído favorito.
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