«Dilucidando entre los sentimientos metafóricos de Enrique Metínides»

«Dilucidando entre los sentimientos metafóricos de Enrique Metínides»

Grisell Color

26/09/2016

“DILUCIDANDO ENTRE LOS SENTIMIENTOS METAFÓRICOS DE ENRIQUE METÍNIDES”

Caminando por las calles sin rumbo llevo mi cámara a pasear, tal vez la suerte me ayude y me tope con alguna noticia. Trabajo en el periódico La Prensa, en donde llevo ya más de 20 años de labor. Busco sin cesar realizar fotografías que impacten, que alarmen, que presenten las noticias tal y como son, sin pretender maquillarlas en donde se refleje la cruda realidad en las páginas de sucesos. Estoy seguro que hoy habrá buenas notas. Es el 20 de abril del 79.

Llego a la comandancia de policía en donde de repente dan el pitazo de un accidente. Es un accidente de tránsito en la avenida Chapultepec de la Ciudad de México. Hecho un bólido llego al lugar en mi VW sesentero; mucha gente rodeando los automóviles. No dejan pasar. Voy metiéndome entre ellos hasta llegar frente al cuerpo. Observo su rostro… ¡la conozco! Es la periodista Legarreta Rivas que en la tarde presentaría el último libro que había escrito. Acababa de salir del salón de belleza en donde le hicieron unos rulos a su cabello rubio y largo; manicura con esmalte naranja y un maquillaje perfecto en su rostro de mujer madura. La habían atropellado.

Sus ojos muy abiertos, grandes, con rímel negro y sombras en tonos rosados, parecieran que aún tenían vida. Solamente un hilillo de sangre, como una lágrima, le recorría la mejilla. Pronto encontré el mejor punto para realizar la fotografía. Salió perfecta, como todas. En el periódico los compañeros utilizan la metonimia para nombrar mis fotografías: ¡Ja! “las Metinides” les dicen.

Ya estaba acostumbrado a situaciones como esta. Llevo trabajando en el periódico varios años, comencé a los catorce realizando fotografías con mi padre: Muertos, asesinados, ahogados, accidentes tremendos, incendios, suicidios… Creo aún poderme sorprender un poco en algunos casos, pero ya no me causarán un gran impacto.

Un mes después, mayo del mismo año, escucho en la comandancia un accidente de autobús que cayó en un río mientras iba camino a Huixquilucan. Al llegar, se escuchaban las vocecillas de niños gritando. No podían sacarlos, inmediatamente dejé mi equipo de fotografía a un lado y corrí a tratar de ayudar. Entre varias personas movimos restos del camión; tomé entre mis brazos a un niño y lo llevé hacia la orilla. El pequeño estaba ya sin vida, vi en su rostro las facciones de mi hijo el más pequeño. Mis ojos recorrieron su cuerpo; su playera amarilla con imágenes de superhéroes empapada en sangre y lodo, sus pantaloncillos cortos de mezclilla y un solo tenis blanco muy desgastado, el otro se había perdido. Un terror horrendo me atrapó. Una gota de sudor flaco me corrió por la frente; Un sentimiento de ira fluía dentro de mí. Abracé el cuerpecito y grité que despertara, que volviera, que no muriera. Con coraje traté de revivirlo mientras seguía viendo el rostro ensangrentado de mi pequeño. Un llanto angustiante se apoderó de mí; lloraba, gritaba… lloraba,
gritaba… lo apretaba contra mi pecho, no podía soltarlo. Los paramédicos querían apartarlo y yo no lo permitía. El desastre que había frente a mí se desvaneció, solo estábamos él y yo. Esa cortina de humo que apartaba las imágenes del paisaje desapareció de mi mente. Comencé a volver a la realidad.

Poco a poco la posibilidad de la muerte de mi hijo pareció diluirse. Las facciones de ese pequeño niño se fueron transformando. El simbólico suceso que había presenciado pareció desvanecerse. Dejé que se llevaran por fin el cuerpo de la criatura. Sequé mis lágrimas.

Tomé mi cámara y me dispuse a hacer la foto…

Grisell Color

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