Era una noche muy oscura, escena de una cruda pesadilla. Me encontraba en una habitación desconocida. Yo no podía verla, pero sabía que estaba allí. Algo me decía que nada bueno le pasaría y yo no podría hacer nada para impedirlo. Al darme cuenta de ello, lo callé. No quería transmitirle mi miedo y asustarla. Trataba de distraerme, pensando en otra cosa, como por ejemplo ¿dónde me encontraba? Mi distracción fue tal que sin darme cuenta el tiempo pasó. No pude saber sonde estaba, pero eso ya no me importaba; el presentimiento de que algo malo ocurriría estaba a punto de cumplirse…
La puerta se abrió, alguien entró, se acercó lentamente. Comencé a temblar, no podía ver su rostro, pero podía notar que llevaba algo en su mano y se acercaba a la persona que estaba conmigo. Esa persona era mi madre y no se percató de que alguien había entrado y le estaba apuntando con un arma. me levanté y quise correr para sacarla de allí… pero no pude. Solo alcancé a gritar… pero el sonido del disparo fue más fuerte que el de mi voz. Grité aun más cuando vi que ya era demasiado tarde. Al darse cuenta de que yo estaba allí, el corpulento hombre abandonó la habitación. su trabajo había terminado. Ya nada tenía que hacer allí. Por unos pocos segundos quise ir tras él. Pero fue por un instante, porque ahora lo único que me importaba era mi madre.
Me desesperé, la tomé entre mis brazos, aguanté las lágrimas y la abracé con fuerzas. acariciándole el pelo, le hablaba y le decía que todo iba a estar bien. Pero todo era en vano, su cuerpo estaba frío, pero puedo jurar que sentí su calor saliendo de ella, era un calor de amor maternal. Fue lo último que sentí de ella. Quise aprovechar al máximo ese calor y la abracé con todas mis fuerzas, haciéndole llegar mi amor por ella. Quería que fuera lo último que ella sintiera al dejar este mundo.
Más fuerte que el disparo, más fuerte que el dolor, no podía permitir que sintiera otra cosa que no fuera amor. Se estaba desangrando entre mis brazos. Mis lágrimas se mezclaron con su sangre. De mi garganta salió un grito desgarrador.
Al nacer, ella fue la primer persona a la que vi. Ahora que ella moría, yo era la última persona a quien veía.
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