Los Nuevos Héroes

Vivimos en un tiempo donde la tecnología nos invade desde diferentes flancos y a veces de forma escurridiza. Las generaciones anteriores a la mía, los nacidos entre los sesenta y los cincuenta, aunque renuentes de esta invasión tecnológica, viven en un mundo multimedia. Así no quieran, aquí están. Estamos, me corrijo, todos juntos: los baby boomers, la generación X y los millenials. Todos arrollados por las redes sociales, los teléfonos móviles, y la incesante necesidad de Internet.

Además, alrededor de nosotros crece una generación con un renovado interés por la lectura. Hay un incentivo en mantener la vieja costumbre de tomar un texto (físico o digital) y sumergirse en un mundo que no sea quizás tan doloroso como el que nos rodea. Es aquí donde nacen los héroes que idolatran; ellos y algunos de nosotros.

Si viviéramos dentro de la ficción de Neil Gaiman, Dioses Americanos, nos estaríamos topando en cada esquina con vampiros, magos, hadas, ángeles, demonios, chicos ridículamente hermosos y chicos ridículamente miserables por no serlo. Tenemos toda una invasión de personajes literarios que son como la realidad, pero con empaques más vistosos. Los chicos de hoy en día (y jamás pensé que escribiría una frase tan trillada como ésta) se identifican con los héroes sin capas, con defectos, con conflictos emocionales típicos de la adolescencia, pero que se terminan resolviendo con dos besos, un abrazo y para autores más osados con sexo. Adoran a las chicas sensibles, pero valientes. Al chico guapo y peligroso, pero sensible. Al rechazado social pero espontáneo y optimista.

Ahora bien, ¿acaso esos personajes no nos describen? ¿esos no son los chicos de doce a quince años de hoy en día? ¿y nosotros? Los que recién abandonamos la universidad, los que recién nos aventuramos al divorcio, al matrimonio o a la paternidad, ¿acaso no pertenecemos a esas mismas descripciones? Yo creo que sí, pero nos cuesta reconocerlo. Algunos prefieren señalar a estos personajes como una ficción barata y entretenimiento de masas, antes de admitir que son los nuevos Romeo y Julieta.

En cierta época (tome usted como referencia cualquier período de la historia de la humanidad, donde el único entretenimiento haya sido la lectura) los libros, sus héroes, sus villanos y todo el universo que ellos describen, se ubicaban dentro de las esferas más nobles del arte. Eran alabados, eran lo más cercano a experimentar los sentimientos que nunca se habían experimentado. Hoy en día vivimos bombardeados de tanto entretenimiento que los libros pasaron a ser algo opcional, a veces excepcional, y a veces un vicio para los “cultos” (o aburridos, depende de la generación que lo juzgue).

A pesar de que la lectura ha tenido cierto repunte dentro del público juvenil ¿dentro de trescientos o cuatrocientos años serán Katniss Everdeen (Saga Los Juegos del Hambre, de Suzanne Collin), Bella Swan (Saga Crepúsculo, de Stephenie Meyer) o Will Grayson (Will Grayson, Will Grayson, por John Green) objetos de estudio? Porque aun hoy estamos bajo la sombra de otros héroes, de otras épocas, de otra literatura. Muchos de estos personajes nos inundan de sentimientos que van más allá de la rebeldía o el deseo juvenil. Leer cualquiera de estas obras del nuevo milenio permite revivir algo que muchos teníamos en el olvido. Es verdad, no son literatura de alto nivel, no deben jamás compararse con Shakespeare o con autores más terrenales como Gabriel García Márquez. Pero transmiten una emoción, transmiten una vivencia. Transmiten sentimientos que hemos percibido y que me atrevería a apostar aún padecemos.

No creo que sea una cuestión generacional que las nuevas historias despierten emociones. Para mí, es válido tener cincuenta años y querer ser mordida por un vampiro llamado Edward Cullen (Crepúsculo), o tener treinta y vacilar ante la perspectivas de la vida, creyendo vivir en alguna ciudad de papel (Ciudades de Papel, de John Green). Éstos personajes representan emociones reales. La creatividad, mensaje y comercialización de los mismos, por supuesto que abre la mesa para el debate, ya es sabido por todos que grandes maestros no los crearon, pero es totalmente comprensible ver a un chico de quince años adorarlos.

El héroe literario de la nueva era es el chico de la cicatriz en la frente, Harry Potter. La primera novela de Harry Potter se publicó en 1997 y la última en 2007. Si vemos de cerca, quien leyó Harry Potter a los doce años, terminó la historia a los veintidós. Desde los doce hasta los veintidós, en la vida de un ser humano promedio, ocurren una increíble cantidad de cambios. Y aunque usted no lo crea (si por supuesto no ha leído la saga) Harry también sufre muchos de estos cambios.

Desde el primer libro hasta el último, vemos el desarrollo de un personaje desde su más tierna inocencia, hasta forjarse en el héroe que asesina al villano. Sí, hacia el final de la saga incluso hay muertes. Pero lo más llamativo de esta saga de libros, es la capacidad que tiene de llevar al lector, a vivir las inexperiencias del primer año de secundaria hasta llegar a los errores típicos del primer amor. Plantea cuestiones filosóficas después de sufrir traumas severos, como la muerte de seres queridos. Si tienes cincuenta, treinta o veinticinco, la experiencia es la misma. De allí la importancia de Harry como bandera de los nuevos héroes, su capacidad de cambio y de transmitirlo. Harry Potter, como la tecnología, es capaz de unir a varias generaciones en una misma licuadora, y hacernos compartir lo que tenemos en común. Todos al fin y al cabo tenemos idas y venidas en nuestro corazón, y hasta el más escéptico desearía tener algún poder mágico.

Por otro lado, John Green nos ha entregado varias aventuras adolescentes (o desventuras, dependiendo del estado de ánimo del lector), donde la mayoría de las veces el héroe es el antihéroe clásico. En sus libros hay chicos impopulares, poco agraciados, inclusive en Bajo la Misma la Estrella, condenados a muerte; pero que nos muestran esa chispa única que se vive durante la juventud. Es el empuje, el ánimo de sus personajes, lo que atrapa al lector.

¿Qué hubiese pasado si Romeo no se suicida ante la confusión por la muerte de Julieta? ¿que tal si Romeo hubiese continuado con su vida? Si hubiese dicho: “¿Sabes qué? Fuiste el amor de mi vida, pero es momento de continuar y seguir adelante”. Quizás John Green hubiese determinado que Hazel Grace y Augustus Waters (Bajo la misma Estrella) realizaran un pacto suicida para terminar con su agonía. Pero el romanticismo de Romeo, al convertirse en las cenizas del pasado, permitieron que John Green ya no creyera en disputas familiares para hacer amores imposibles, tan solo apostó al romanticismo aunque la vida se esté escapando de sus personajes. O que chico impopular no puede conquistar a chica popular hasta que eventualmente lo logra.

Lo cierto es que ya todo es más real, más terrenal, menos filosófico, y los nuevos lectores se entretienen leyendo sus desventuras reales en la ficción. Pues no se trata del vecino de enfrente que te gusta, se trata del vecino de enfrente que te gusta pero es vampiro, y probablemente quiera morderte hasta drenar tu sangre.

Creo que la cuestión generacional implosionó o nos aburrió a todos por igual. No solo en la literatura, también en la música, en el cine, en la televisión, la moda, etc. Ya es común que el profesor de matemáticas de treinta y cinco años tenga el mismo playlist en cualquier gadget, que la chica de catorce que babea desde su pupitre por él cada mañana. Que la abuela de sesenta y tres, practique yoga con su nieta de veinte mientras discuten acerca de 50 Sombras de Grey.

Los paradigmas están cambiando. La lectura es la misma, los escritores son los mismos soñadores de las cavernas, pero la motivación es distinta. Las generaciones se mezclaron y ya no se puede desenredar el ovillo. Si estás en la pubertad quieres leer más acerca del triángulo amoroso pos apocalíptico y menos de cuestiones filosóficas acerca de un pescador y una ballena blanca. Pero si nos sinceramos, muchos de nosotros a veces nos decantamos por lo fácil y entretenido, y también apostamos al triángulo amoroso.

Si estuviésemos dentro de la ficción de Dioses Americanos, Romeo le propondría un duelo a muerte a Augustus Waters. Y nosotros, los baby boomer, la generación X y los millenials, estaríamos buscando la transmisión en vivo desde Youtube.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS