Salí a las once a su encuentro; había pensado en el todo el día. Me la pase planeando meticulosamente mis pasos, desde el saludo hasta mi despedida. Nos dimos el beso que había ensayado previamente. Me convido a su cueva, había estado allí varias veces, pero esa noche había algo distinto y eran mis intenciones de no volver, de no girar más. Tenía la certeza y estaba completamente convencida de regresar a mí y ser de mí y escapar de él. Dejar de ser suya. Había recogido el valor para arrebatarle lo que era mío; mi amor, mis miedos, mi respiración, mi sexo y mis temblores; esos que tanto a él le gustaban después de una buena follada. Fui por eso y por todo. No quería dejar nada de mí en él, quería extirparme de su cabeza, de su pechoy que en sus manos no estuviera ni mi pelo. Quería irme, alejarme y no verle más. Estaba rota y solo quería recuperar lo que había dejado en su cama; mi sombrilla y un sombrero de vaquero, no había más por lo que retornar…

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