No es amor, es comodidad

Si, ya lo sé, tú ves.
Tú estás ahí, mirando el show,


con
ojos que no parpadean.


Yo
llorando, tú de pie.


Y
ni un gesto, ni un «yo voy».

Sí,
ya sé que tú entiendes,


que
escuchas cada suspiro en voz baja,


como
quien colecciona secretos.


Pero
qué curioso, ¿eh?, que entiendes…
y aún así, nada cambia.

No
digas que no puedes,
porque poder, puedes de sobra.


El
problema es que no quieres cargar
 con la mierda que

dejo
en el suelo 
cuando me rompo al caminar.

Y
tú ahí, tan tranquilo,


mirándome
partirme el alma,
con esa cara de “yo no fui”

.
¿Y
aún esperas que te aplauda?


Ignoras,
tienes talento.

Esto
no es amor.


Esto
no es cuidar.


Esto
es quedarte cómodo en tu esquina
 mientras yo grito sin hablar


y
tú… cambias de tema.

Es
gracioso, si te soy sincera.


Sabes
que me muero un poco más cada día


y
aún así preguntas por la cena.


–
¿Un poco de arroz con trauma?


Tranquilo,
no pica, solo PESA.-

Te
miro. No haces nada. Respiro. Me ahogo.

Yo
no pido milagros.


Ni
que me salves como en las pelis.


Solo
que si ves que me hundo
no me eches otra piedra encima


y
finjas que era parte del guion.

Dicen
que la familia es amor.


Que
lo llevan en la sangre.


Pues
yo digo que es más bien un disfraz,


porque
si esto es amor, cariño,
prefiero que me odien con ganas.

¿Sabes
lo que más jode?


Que
saben. Que siempre lo supieron

.
Y
aún así se callan, se encogen, se van.


No
es que no entiendan.
Es que no quieren entender lo que incomoda.

Y
aquí estoy yo,
con toda la dignidad hecha polvo,


pegando
trozos de mí con palabras.


Y
tú, cómodo esperando a que yo acabe explotando y te pida ayuda de
verdad.

Esa
ayuda que siempre pudiste ver. Esa ayuda que dejaste correr.