Todos queremos que nos amen, pero luego pocos quieren amar.
No es que falte amor; es que nos sobra miedo. 

Por eso apostar por alguien parece un acto kamikaze.

Nos autoconvencemos de que no hay motivo suficiente,
de que nos estamos adelantando
o de que nos vamos a arrepentir;
que no es para tanto.

Comparas lo que sientes con lo que se supone que deberías sentir.

Todos quieren algo real, y cuando se acerca algo parecido, se asustan, huyen y se inventan los motivos para hacerlo.

Piden compromiso, pero solo mientras no “incomode”. 
Y entonces empiezas a pensar que, claro, eres tú; que todo en la vida es pasajero.

El problema es que no construimos desde la calma,
Construimos desde el miedo;
El miedo a sentir,
a que nos fallen,
a que nos decepcionen,
O a que no sirva para nada.

Una decepción se supera, 
pero transitar entre personas, bloqueando tus propios sentimiento,
eso te apaga sin que te des cuenta.

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