Miedo tengo,
un miedo leve,
que no grita,
que solo reposa.

Temo que el fuego que un día ardió sin pedir permiso
no vuelva a encenderse jamás;
que no regresen las chispas
que acercan dos miradas
hasta hacerlas temblar.

Temo no volver a sentir esa curiosidad inocente que invita a preguntar por la infancia,
por el primer latido, 
por sus primeras veces.

Me pregunto si volveré a hallar dos tazas de café en mis desayunos;
Libros subrayados y compartidos, rutina, domingos extraños, tristezas acompañadas.
Si tendré algún ombligo al que volveré a sentir como hogar.

Temo no volver a sentir
ese amor que despierta el deseo
de conocer los detalles pequeños:
tu comida preferida,  
la forma en la que miras el mundo.

Me asusta no encontrar
unos ojos donde verme entera,
donde saberme querida
sin condiciones
y sin prisa.

Tengo miedo
a no volver a sentir
una caricia que llegue hondo,
un beso en la frente
que sea promesa,
una sonrisa nacida del cariño
y la admiración.

Me aterra pensar que no volveré a saber cada pequeño detalle de alguien.  
Sus manías, sus temores, qué quería ser de pequeña.
Dónde quería llegar.  
Sus pesadillas recurrentes.
O qué hace feliz a su niña interna.

Miedo tengo,
a no reconocerme un día  
en la mirada de otro.

A no ver en ella
mi reflejo,
mi lugar,
mi destino.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS