De la serie: Poemas encontrados en los ojos de ella, desde que la vi.
Él, no cree en correcciones, ni en cánones, menos aún en la relojería, se desarma como un puzle imposible, piensa el amor como una fatalidad.
«Se habla para romper la soledad, se escribe para prolongarla». Suelta, él.
Ella, saca un álbum, con un silencio de olvido. Pasa las fotos de a una; pasado fervoroso, jóvenes, sólidos, erguidos. Luego se desnuda desafiante.
«La eternidad está puntuada de abismos: la perpetua cotidianeidad». Susurra, ella.
Tienen sexo sobre las hojas que hablan del hambre, de niñas trabajadoras, de Perón, de otro país olvidado como el tango. Más tarde preparan la cena, conversan sobre pintores a los que detestan y, con la ternura de los huérfanos, se besan.
Al final, cierran bien con las dos llaves. El instante en que el martillo golpea la campana.
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