
Si existe algún Dios, este debería ser la misma capacidad de pensar. Dado que para que algo cobre existencia siempre debe ser pensado primeramente.
Cada ser nació para experimentar pensamientos irrepetibles y propios de cada manifestación, como una huella digital que se extingue únicamente con la muerte del yo contenido en la carne viva. Puesto que si no hay cuerpo no hay mundo, y si no hay mundo no hay tampoco nada en que pensar mediante la experiencia.
La palabra en cambio, aparentando ser vasta, representa solamente una quincuajesima fracción de la actividad pensativa, expresando nada más que lo que disponemos a ser conocido de nuestra esencia.
Si pudiéramos interpretar en cambio las ondas sutiles de pensamiento, se mostraría desnuda la totalidad de nuestra identidad, imposibilitando la mentira y el ocultamiento de la traición.
Torres y torres de conocimiento alfabético pueden ser acumuladas, trascendiendo el tiempo y la esperanza vital del hombre, más las verdades escondidas del ser, incomunicables tras las limitantes orgánicas de la observación, permanecerán inalcanzables para todas las virtudes hasta el fin de los tiempos al igual que la forma real de Dios.
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