1.
Recientemente decidí darle otra oportunidad a aquello intangible y tenebroso que algunos llaman sentido y otros amor. Algunos dios, otros arte. Algunos Yo y otros Otros. Yo no lo llamo de ninguna manera, pero si lo hiciera creo que me quedaría con culos o gatos. U océanos, quizás. Qué más da. Sea lo que sea, me he aventurado estúpidamente, pues estoy convencido que es la forma adecuada de hacerlo, y he tenido que dejar todo atrás. Creo que lo único cierto en la vida es que todo peso es peso muerto.
Entonces me despido del alcohol. No del todo, por supuesto. Tampoco estoy tan loco. Pero sí he aceptado que debo tomar distancia. Y mucha. Más que nada porque me sabe ayudar muy bien. Me hace vivir sabroso, el hijueputa. Pero me destruye cada que se va. Y no me refiero al guayabo físico ni moral (princesas los que lo abandonan por aquello), sino a lo absolutamente perdido y desnudo que quedo siempre que me abandona. Y simplemente no tengo el dinero ni el cuerpo para conservarlo constante y eternamente a mi lado. Si lo tuviera, otra sería la historia. ¡Seríamos tan felices!
Quizás en otra vida. Entonces adiós y gracias. Estarás siempre en mi corazón y mi hígado.
Me despido también de las putas. ¡Ay, mis queridas putas! A todas y cada una de ustedes las amé mientras las tuve. Me supieron escuchar, por plata o no, más que nadie, durante muchos años. Y aunque algunas ya están muertas, todas vivirán siempre en mi corazón y registros bancarios.
Estoy convencido que sin el calor que me brindaron habría acabado con mi vida hace mucho. Mis buenas amigas. Mis únicas y sabias consejeras. Mis hermosas maestras. Y hermosas de verdad. Todas lo fueron. Lo son. Sus ojos de todos los colores, sus labios abusados, sus estrías con tantas historias por contar, sus ombligos, sus tetas a veces monstruosas, a veces cómicamente pequeñas, sus nalgas, sus pestañas falsas y reales, sus vaginas agotadas, resignadas. Hasta sus vergas, siempre más lindas y competentes que la mía. Resolviendo tan rápido como crearon la confusión en mí.
Las dejo, con una triste sonrisa en el rostro, porque quiero saber a qué sabe este mundo sin comprarlo. Mi alma clama autenticidad, e intentaré dársela, así la posible realización de su inexistencia termine por matarme.
Pero, a pesar de todo lo valioso y lo bonito, me despido de ustedes principalmente porque encontré un culo al que merece la pena serle fiel. Al que realmente quiero serle fiel. Y lo quiero tanto como la quiero a ella. Hay algo ahí, en la jungla de su femineidad, que me llama a gritos. Que me exige sacrificios. Algo que aún no logro entender, pero seguiré persiguiendo. Quizás la posibilidad de una familia. Quizás, simplemente, amar. No lo sé.
Así que hasta nunca, amigas, a no ser que mi chica se antoje de alguna. Gracias por salvarme, y perdón por los malos poemas y peores culeadas.
Por último me despido de la cobardía, ya que el obstinado miedo resultó ser inamovible. Me cansé de descansar. Y ahora que mis borracheras orgásmicas se han terminado, debo rellenar el vacío. Y para lograrlo he de hacerle caso al mechudo nazareno y levantarme y andar. Tratar de conocer eso que he decidido no nombrar. Salir y enfrentar a los demás, por más miedo que me dé. Ser bueno por y para mi mujer. Sé que no tengo opción. Sé que está eso o la muerte, y qué aburrida que suena la muerte.
Quiero ser alguien (o al menos confirmar que aquello no significa nada) y cumplir mi rol, sea cual sea, en esta tormenta de coincidencias. Quiero conocerme; es lo que estoy tratando de decir. Pero, y por encima de todo, ahora que estoy sin putas ni licor, necesito encontrar algo sobre qué escribir, si es que tal cosa existe. Y si sí, seguro está en un lugar inalcanzable para los cobardes. Como cualquier tesoro digno de serlo.
2.
He fracasado tan pronto y tan drásticamente como esperaba. Y hasta un poco más patéticamente de lo previsto. Descanso en los musculosos brazos de una mujer falsa. El interior de mi panza repleto de ron y cerveza, y la superficie cubierta de su semen y el mío. Pero estoy feliz, y me siento tan estúpido por intentar cambiar felicidad por sentido, como enguayabado. Como si tal cosa estuviera a mi alcance. Lo perdí todo y al mismo tiempo lo recuperé. Y ya está. No puedo pedir nada más, pues nada más existe. Por lo menos no para mí. Hay afortunados en este mundo, que saben lo suficiente o no saben nada, y pueden tener ambas cosas. Pero hay quienes, ni tan inteligentes ni tan brutos, debemos conformarnos con una o la otra. Y está bien. Más que bien en realidad. Pensé que debía encontrar una razón para no morir, sin darme cuenta que morir es la única razón que existe. Pero, ¿por qué correr a ella, si puedo culear, beber y bailar en el camino? A veces se siente lindo y me confunde, a veces duele y me confunde también, pero nunca pasa desapercibido y por eso sé que es real. Siempre habrá tiempo para morir, para todo lo demás, me lo tengo que hacer yo mismo.
Y entonces al final de todo, ¿quién soy yo y de qué voy a escribir? Nadie y de nada, como todos los demás. Solo, si dios quiere, un poquito mejor.
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