En la actualidad, el amor se ha visto atravesado por la lógica postmoderna, donde el valor y el desarrollo del ser amado se miden desde la mirada del sujeto que ama. Así, la satisfacción personal queda condicionada a que el otro cumpla con la imagen de “progreso” que uno proyecta.
El problema surge cuando, personas y emociones se transforman en mercancías.
Algunos intentan “comprar” amor mediante poder, prestigio o bienes materiales; otros buscan “venderlo” a través de belleza, seducción o sexualidad.
Esta dinámica ha generado una obsesión por ser amados, en lugar de aprender a amar, llevando a muchos a ofrecer virtudes y cualidades como si fueran productos.
Amar implica dar. Pero ¿qué es dar?
Para algunos, es una transacción: se entrega solamente aquello que asegura una contraprestación. Esta visión convierte a las personas en objetos.
Otros creen que dar equivale a sacrificarse, a renunciar a uno mismo y a los propios deseos.
Sin embargo, dar no es ni comercio ni sacrificio. Dar es la expresión plena del potencial creativo del ser humano, un acto en el que toda la vitalidad y la fuerza interior se ponen en movimiento.
Si la entrega es pobre, también lo es la energía del ser que entrega.
Dar implica que dos personas se ofrezcan mutuamente para crear algo que las trascienda, despertando gratitud por la vida que surge de ese encuentro.
Después de haber reflexionado sobre algunas ideas sobre el amor, los elementos que lo conforman y las condiciones para su práctica, uno puede concluir que para que en la vida de las personas se presente el amor, no debe uno enfrascarse en una búsqueda externa de este, sino más bien se debe tomar la decisión consciente de convertirse en artistas dedicándose a convertir sus vidas en una obra de arte.
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