Hoy sin querer, he visto mi pasado.
Hoy sin querer, he recordado que la vida puede dar tantas vueltas como La Tierra.
Y todo… por querer encontrar un pendiente.
De repente abres una cajita que siempre estuvo ahí, a la vista, la ves todos los días desde hace años, pero no la abres porque crees saber lo que hay dentro: «nada que valga la pena».
Hoy he abierto esa cajita y esa cajita me ha hecho abrir otra y otra y otra más… esa cajita me ha hecho sonreír, llorar y recordar.
Me he dado cuenta de que soy esa cajita desastre llena de pendientes sueltos con mil historias y de mil procedencias, llaveros llenos de brillantes de cuando era pequeña y me encantaba todo lo rimbombante y cartitas de amor escritas por parejas de hace miles de años de por allá de cuando yo era «joven» e inexperta y creía en los finales felices llenos de perdices.
Abalorios de todos los tamaños y colores con un recuerdo detrás, regalos que vinieron de personas que ya no están y que ya no pueden regalar más.
Cositas que transmiten un sentimiento, que me recuerdan un día, una etapa o a una persona, algo con un significado.
Recuerditos que han seguido conmigo en el tiempo, pulseras de colores que me compró mi madre al salir de clases, llaveros de aquellos viajes a los que fui y me divertí o cartas que los «Reyes Magos» me escribieron cada Navidad destacándome si me había portado bien, mal o regular.
Una flor seca entre papeles metida, la última recibida de un ramo de flores que significó, hace años, un adiós a un amor.
Un mp3 que marcó mi adolescencia y fue mi fiel compañero en mis caminos de vuelta.
La funda de mi primer móvil «panasonic» (pocos recordarán) por supuesto rosa y de barbie.
Chapas hechas por mi yo de diez años.
Joyeros antiguos de otros tiempos.
Una caja fuerte cerrada con una llave ya inexistente y abierta con un pasador y que, curiosamente, no albergaba más que pequeños papeles, eso sí pequeños trocitos de color blanco y amarillo que me recordarán siempre algo que hice y que nunca debí haber hecho.
¿Cómo ha pasado tanto y tan poco tiempo?
No lo entiendo.
De repente todos los años divididos en días, meses, momentos, experiencias y personas se me han acumulado en la mente y pienso en lo que soy ahora.
Soy efímera.
Momentánea, todos los somos y eso de que la vida da vueltas… ¡Qué cierto es cuando te das cuenta! creo que en esta vida no caminamos, parece que directamente saltamos, escalón tras escalón…uno y dos y tres… ¿Cuántos más nos quedaran?
Unas rachas tan buenas y otras tan… malas, unas tan distintas de otras… Cosas que debería haber hecho, otras en las que ni siquiera me reconozco, otras en las que me lo pasé genial y otras incluso en las que estaba enamorada… ¡vaya! la nostalgia…
¿Soy la única que llora cuando ve estas cosas? ¿soy la única que siente esta necesidad repentina de abrazar a los que me rodean porque he visto una pulserita, una carta o un peluche?
¿Soy la única que llora de tristeza y de felicidad por igual al recordar?
Vivimos tan acostumbrados a estar rodeados de estos pequeños recuerdos que ya los hemos ignorado, lo asimilamos y seguimos porque dentro de meses o un año este momento formará parte de otro momento más y echaremos la vista atrás pensando…
¿Cómo ha pasado tanto y tan poco tiempo?
Me he dado cuenta de que hay dos cosas que no paran nunca, el tiempo y los recuerdos, cada segundo de vida es algo vivido y algo que te quedará por vivir.
Somos tiempo, nuestra personalidad, nuestro crecimiento, nuestras experiencias, las personas que vinieron, que se quedaron o se fueron, son resultado del tiempo.
Algo que no se puede determinar, algo que no se puede regalar y algo que se te da segundo a segundo sin darnos cuenta y sin darle importancia a algo que nos permite vivir, ser y recordar.
Irónico…una cajita me hizo abrir otra y otra y otra más, hasta que se han abierto cosas… que en cajas no se pueden guardar.
Querido tiempo, ojalá fueras más benevolente con tu paso y tu trayecto, porque ahora, a donde miro, te veo. Ahora todo me recuerda a ti, querido tiempo.
AMB
OPINIONES Y COMENTARIOS