La historia que perdió su tren…

La historia que perdió su tren…

Landa

11/11/2025

Recuerdo que un día sin rumbo, mi hermana y yo tomamos un tren. Íbamos solos.

Frente a nosotros se sentó un hombre cualquiera que, sin preámbulos, comenzó a charlar con ausencia de un aparente sentido. Era como si una urgencia interna necesitara salir. Nos contó de la muerte de su esposa, de cómo en su juventud fue anarquista, y de la vez que tuvo que esconderse del ejército dentro de un pozo. Nos narró cómo, sin proponérselo, comenzó a cambiar el mundo simplemente por vivir su verdad.

En realidad, él solo quería hablar, y de esa forma, dar sentido a lo que para él era lo esencial: la historia de su encuentro con su mujer. La describió tan perfectamente que yo podía verla delante de mis ojos. Mi hermana me miró, y sin decir palabras, ella lo dijo todo.

El señor continuó su majestuosa narración. Aunque al principio nada tenía sentido para nosotros, poco a poco, cada detalle adquiría un significado. Nos habló sobre la sociedad, la lucha contra las relaciones inhumanas, sus andanzas por calles desoladas y el olor a muerte que cubría lo que alguna vez fue un hermoso paraíso.

Su relato nos condujo hasta el día de su «bloque humano»: el momento en que su alma se partió en dos por la pérdida de su amada compañera. Sus hijos lo habían abandonado, y con esa partida, todo en su vida dejó de tener sentido.

Ahora, lo único que le da un poco de aliento es subir al tren cada mañana y viajar durante tres estaciones. Busca personas a quienes pueda narrar su historia. Aunque al principio parece algo molesto, todo cambia después de pasar la segunda estación. Un mundo se abre y ya no queremos bajarnos de ese gran viaje por los recuerdos de ese señor.

Cuando la conversación se ponía más interesante, él nos abandonó. De pronto, recordó que todo tiene un fin y nos dejó sin comprender qué acababa de ocurrir. Simplemente se levantó de su asiento y se marchó, dejándonos con todas las emociones unidas en un caos. Queríamos seguir escuchándolo, pero él, en esa estación perdió el interés de seguir charlando con nosotros.

Mientras se levantaba, nos sonrió. Descendió lentamente del tren, con palabras raras emanando de sus labios. Su barba se deleitó con la brisa que entraba por la ventanilla, y su sonrisa se desvaneció mientras el tren seguía su rumbo…

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS