Hoy te vi,
mi mirada no buscaba la tuya
pero mi corazón latió tan fuerte
que de un salto en el bus,
casi se me pierde.
En mi interior
sentí un revolcón
como un sarpullido feroz
que me repetía constantemente:
es lo que has hecho,
es lo que has causado.
Pero incluso en aquel momento
no pude sentir nada.
No sentí alegría de verte,
tampoco sentí amor,
no sentí compasión.
Solo mis ojos vieron tu figura,
solo mis ojos siguieron tus pasos
tan fuertes como siempre,
sigues habladora
y lo serás siempre.
No has cambiado nada y
aunque mi mente poco a poco me destruye,
no puedo evitar encontrar en lo profundo de mí
un sentimiento de alivio
y un deseo de sentirte en mí una vez más.
Es un deseo peligroso,
es un anhelo desgarrador
pues es lo que me hace quererte.
Mi paradoja de vida es que eres aquello que me hace quererte
pero para perderte pude quererte
y para quererte me fue necesario perderte.
En lo externo de mi corazón no te deseo ver más
pero en mi interior siempre desearé que sigas caminando,
así tan bella, tan fuerte y tan tú.
Mi corazón no soporta tantos brincos instantáneos,
no soportaré verte tanto,
así que como un cobarde que miente
tendré que respirar profundamente,
voltearé mi cabeza y mi mirada.
Ya que en mi interior sé que no me es posible
atreverme a volver a verte, a creerte.
Como una persona nostálgica,
es difícil no volver a pensar en lo dulce de la codicia humana,
en la codicia de los recuerdos
y justamente son ellos los que no debo abrazar.
Como un niño con su juguete viejo,
que aunque le compren uno nuevo
siempre querrá el viejo
que ya conocía, que ya quería
y que instintivamente no quiere soltar.
Y aunque crezca lo quiere cerca nuevamente
aunque no lo use,
aunque ya no es tan nuevo,
siempre quiere ese juguete.
OPINIONES Y COMENTARIOS