Hay amores que se viven intensamente, aunque solo duren un instante. No siempre hacen falta años para amar; a veces basta una mirada, una conversación, una coincidencia fugaz para que alguien se quede en tu memoria y en tu alma.
Esos amores que no llegaron a ser nada y al mismo tiempo lo fueron todo. Te conoces con alguien, conectan. Se entienden sin hablar demasiado. Se ríen de las mismas cosas, se miran con esa complicidad que no se puede fingir. La química es innegable, tal vez incluso hubo un beso, una promesa ligera, un “ojalá nos volvamos a ver”. Pero no pasó. Y no sabes bien por qué. ¿El momento no era el correcto? ¿La vida no quiso? ¿O simplemente fue lo que tenía que ser: algo breve pero bello?
Con el tiempo, ese recuerdo vuelve. Te llega una canción, una calle, un lugar donde estuvieron. Y te preguntas, con un nudo en el pecho:
¿Volveremos a coincidir?
La respuesta nunca es clara. Tal vez sí. Tal vez no. Pero hay algo que es seguro: esas personas dejan huellas suaves, pero profundas. No dolieron como una ruptura, pero calaron como una historia incompleta. Esos amores enseñan sin lastimar. Te muestran lo que se siente al conectar de verdad aunque sea por poco tiempo. A veces, son ellos los que nos preparan para el amor verdadero. Otras veces, son el amor verdadero en el momento equivocado y eso también duele, aunque no lo digamos.
OPINIONES Y COMENTARIOS