Demasiadas cosas sucedieron en los 15 días anteriores al GP de Bélgica: una traición dolorosa por parte de su compañero, pero también por parte de su propio equipo. En fin, igualmente ganó una Ferrari. Se lo oyó decir desinteresadamente al «Viejo» cuando Forghieri pidió un castigo para quien había desobedecido. Y él, ¿acaso no debía tener algún mérito su obediencia para con Scheckter? ¿Acaso los cinco años siendo fiel a la Scuderia no tienen mérito alguno?
La primera tanda de clasificación termina. Didier marca 1m14.581s, un tiempo que lo coloca 6to, un tiempo que Gilles no llega a igualar. Villeneuve, 8vo. Baja de su auto; su mutismo es el mismo de los últimos días, habla solo lo necesario con sus mecánicos y con Mauro, con nadie más. Ni siquiera fue Joann a Bélgica: «Quédate en Mónaco», le dijo, «así preparas todo para la comunión de Melanie, yo me quiero concentrar solo en la carrera».
La verdad era otra, y él lo sabía, ella lo sabía; hacía apenas unos meses que los pensamientos románticos emanados del corazón de Gilles iban dirigidos a otra mujer, y si él aún seguía con Joann era simplemente porque la culpa de abandonar a sus hijos podía más que sus deseos de hombre, simplemente por eso.
La segunda tanda clasificatoria está a punto de finalizar. Cuando está por subirse a su Ferrari, Mauro lo para en seco: «No te voy a dejar salir, no tenés más cubiertas, el tiempo de Didier hoy no lo igualas». «Solo una vuelta más, una más», sonaba como un eco en la cabeza de Forghieri la súplica inherente de Gilles. Mauro se maldijo fuerte y alto por ser tan permisivo, y se maldijo cuando al final de la vuelta la roja Ferrari número 27 pasó como un rayo delante de ellos, no se detuvo, nunca más lo haría.
13 hrs 52 minutos, restan solo 8 minutos para que la segunda tanda de clasificación termine. Forghieri mantiene clavada la mirada en la entrada de boxes, mientras su pensamiento ronda en lo sucedido en Imola, el imbécil de Piccinini y un cartel absurdo. «Yo no lo hubiese puesto», se dice a sí mismo, «lo único que hizo fue confundir a los pilotos». Recuerda también la increpada a Didier: «¿Acaso no viste el cartel?» «Sí lo vi», dijo Didier con culpa. «¿Y por qué no mantuviste las posiciones?» «Porque SLOW quiere decir SLOW y mantener las posiciones, mantener las posiciones». Además, dijo con lágrimas en los ojos, «por una vez, por una puta vez pienso que no es una injusticia que yo gane una carrera».
Cuando la impaciencia empezaba a inquietarlo, Mauro ve en los boxes al viejo leñador con su pupilo Michele hablando con consternación; en un determinado momento, ambos se quedan quietos y giran levemente la cabeza hacia donde Forghieri los contempla. Ahí entendió todo, ya era tarde, el aviador realizó esa nublada jornada su último vuelo.
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