Era un día caluroso y sin sentido, como cualquier otro en Springfield, cuando Homero Simpson se despertó en un lugar que no reconocía. Miró a su alrededor y vio que estaba rodeado de una luz cegadora y de… nubes. Nubes que no eran las de Springfield, sino unas más… imponentes. Se levantó, aturdido, y antes de que pudiera preguntarse qué estaba pasando, una voz profunda, que sonaba como un trueno, retumbó en todo su ser:
Dios (con voz autoritaria): «Homero Simpson, has sido llamado a juicio.»
Homero (mirando su panza y rascándose la cabeza): «¿Juicio? ¿Para qué? ¿Por robar donas del trabajo? ¿Por no saber hacer la cama? ¡Yo no hice nada malo! A menos que, claro, cuente la vez que me tomé una siesta en la oficina de Flanders…»
Dios (sin mostrar piedad): «El juicio no es por cosas triviales, Homero. Es por tus acciones en la vida, tu falta de virtud y, sobre todo, por tus pecados contra la sabiduría divina.»
Homero se quedó en silencio por un momento, pensando en si realmente había pecado. Decidió no ser tan profundo.
Homero (con cara de duda): «¿Sabiduría divina? ¿Eso tiene algo que ver con los donuts? Porque si es así, ¡entonces, Dios, yo me declaro culpable!»
Dios (suspirando): «Tu falta de conocimiento no tiene límites. Pero no te preocupes, vamos a analizar tus decisiones. Primera acusación: comiste las manzanas del árbol del conocimiento…»
Homero (interrumpiendo con desesperación): «¡No! ¡Eso fue Eva! Yo no tengo nada que ver con ese lío, ¡yo solo quería dormir en paz! No sé por qué tengo que cargar con los errores de ella.»
Dios (un poco más irritado): «No, no, no… eso fue un chiste. La verdadera acusación es que durante toda tu vida, has hecho todo lo posible para evitar el trabajo, el conocimiento y la responsabilidad.»
Homero (reflexionando profundamente, pero sin mucho interés): «Mmm… ¿Y qué pasa si mi única responsabilidad es ser el mejor en… ¿relajarme? Yo soy el campeón mundial en no hacer nada. Si eso no es un talento, no sé qué lo sea.»
Dios (enfadado, pero intentándolo mantener calmado): «¿Tu talento? ¡Tu vida es un ejemplo de caos, glotonería y desorden! ¡Hiciste todo lo posible para empeorar las cosas, incluso cuando se te dio el poder de decidir!»
Homero (haciendo una mueca): «Sí, pero… ¡soy Homero Simpson! La vida está hecha de caos. Si todo fuera perfecto, ¿dónde estaría la diversión? ¿Sabías que el caos es la mayor fuente de risas? Si todos fueran buenos, ¡no habría chistes! No habría memes, no habría… ¡dónuts! No sé si tú lo entiendas, Dios, pero la vida sin caos es como una cerveza sin espuma. ¡Una vergüenza!»
Dios frunció el ceño. No estaba seguro de si Homero era el ser humano más sabio o el más estúpido. Finalmente, la voz celestial resonó otra vez.
Dios (con tono exasperado): «Tienes razón, Homero. La vida debe tener algo de caos, pero tus excesos son… algo muy diferente. Aún así, he decidido que tu destino no será el fuego eterno ni el frío vacío del olvido. Te voy a dar una oportunidad.»
Homero (con los ojos muy abiertos, como si no creyera lo que escuchaba): «¿Oportunidad? ¡Esto es increíble! ¡¿Vas a darme el poder de hacer lo que quiera?! ¿Puedo pedir que el mundo sea solo una gigantesca fiesta de cerveza?»
Dios (suspirando profundamente): «No, Homero. Te voy a dar la oportunidad de vivir una vida más sabrosa, más… equilibrada. Pero para eso, tendrás que evitar el impulso de hacer todo mal a propósito. Deja de ser tan, bueno… Homero.»
Homero lo pensó por un momento y luego, con su sonrisa característica de «no he aprendido nada», respondió:
Homero (con tono triunfante): «¿Sabes qué, Dios? Acepto, pero solo si me das un par de cosas: acceso ilimitado a la televisión, una nevera llena de cervezas y, claro, unos cuantos donuts de vez en cuando. Si eso está en el acuerdo, yo seré el hombre más sabio de Springfield.»
Dios (casi perdiendo la paciencia): «Homero… ¡este es el último aviso!»
Homero (con una sonrisa de oreja a oreja): «¡No te preocupes! Soy un experto en no hacer nada bien, ¡así que seguro que aprendo rápido!»
Y así, el juicio de Homero Simpson con Dios terminó, con el cielo aún lleno de rayos y truenos, pero al menos con una lección muy importante: no importa cuántos errores cometiera, Homero siempre tendría un as bajo la manga. O, más bien, una dona en la mano 😃.
OPINIONES Y COMENTARIOS