Cuando empezó esto sabía que llegaría el momento
donde en mí no nazca algo más que contar,
y entonces solo quedaría agradecer
por quienes caminaron y estuvieron en mi viaje soledad.
Casi olvido por qué empecé a contar,
cuando ella veía en mí mucho que decir,
y dijo que no es algo de ocultar,
que debo mejor llevarlo a relucir.
Todo el mundo empieza muy mal, pero yo acabé peor;
es más que suficiente ser buen perdedor.
Y quien lea esto será cautivo
de todo mi dolor, de la pasión con la cual escribo.
Ya te falta muy poco para llegar al final
y darte cuenta que, en la sala de espera, solo estás tú.
Piensas por qué no han llamado tu nombre; quizá
el único que atiende está vestido de azul.
Todos estamos increíblemente solos.
No encuentro a mis amigos del firmamento;
ojalá no hayan desvanecido en el cosmos,
para que regresen y rompan mi hielo.
Se agotaron las palabras del espíritu,
y mi mente agoniza al secarse por aburrido.
Espera que, si te vas, nuevamente solitario quedaré,
y cuando llamen mi nombre, no habrá quien me acompañe al anochecer.
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