Ahora sí encontré mi hogar

Después de tantas plegarias, tantas lágrimas y el insomnio comiendo partes de mi cabeza, te encontré. Salté al vacío sin conocerte y apostando las últimas monedas que en mi bolsillo tenía. Hoy en día y a nada de saber de vos, sigo juntando cada peso para ponerlos en la balanza de la vida. No sé si mañana te seguiré teniendo, pero el despertar a tu lado cada día me brinda la certeza que necesito para entender que te quiero por el resto de mis suspiros y en cada una de mis vidas. Jamás me acostumbraré al ruido que provocas por las mañanas, especialmente los domingos. Y aunque siga molestándome un poquito, ese ruido es mío y para toda la eternidad. No quiero solo despertar a tu lado, quiero morir recordando lo que fuimos y lo que pudimos o no haber sido. Quiero que tu risa me acompañe en el camino a mi otro cuerpo, que tus manos me toquen más allá de la piel y que tus besos me traspasen el alma. Quiero reír a carcajadas como lo venimos haciendo, y que nunca se nos detenga el tiempo. Mi corazón ya no sabe qué palabra utilizar para hacer hablar a estos renglones, y expresarle al mundo el divino caos interno que le provocaste a mi alma. Sin vos, solo soy un pedazo de carne que vaga por las calles de Concordia anhelando tu luz. Sin vos, mi amor, solo soy un foco que no se enciende con nada en el mundo. Aunque poco sepas de mi realidad, todo era gris hasta que con dulzura me obsequiaste un par de ojos que aman tanto la vida, que encuentran significado en todo lo que se puede apreciar, y en aquello que no.