Ha sido sol y lluvia
sobre la piel de mi corazón.
A veces me escondo de su luz
y pierdo a quien me quiere, sin razón.
Maldito tal vez,
por apuntar directo a una estrella,
sin entender que era ella
quien ardía por un niño,
quien moría cada noche
esperando renacer con el amanecer.
Y mientras tanto, mi latido
me arrastra desesperado.
Pero aún con toda la vergüenza
sigo soñando con volar,
aún cargado de parásitos amables
de los que me nutro sin querer.
Soy dichoso por ti,
bajo el cuidado invisible de un ángel.
Este niño despojado
se embriaga de sol,
y en cada sorbo descubre
el néctar rojo y la dulce ambrosía.
Ahora sé:
me toca cuidar esa luz,
transmitirla sin miedo.
Y si el sol se nubla en una furiosa bruma
tranquila…
que mis semillas rugientes,
algún día, con el viento, llegarán hasta ti
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