(Una mesa llena de matraces, tubos de ensayo y libros antiguos. Tres figuras aparecen, confundidas al principio, pero pronto se reconocen mutuamente.)
Lavoisier:
¡Por todos los elementos! ¿Dónde estamos? Este laboratorio no se parece al mío en París… aunque debo admitir que está mejor iluminado.
Mendeleiev:
(Observando los instrumentos) Hmm… fascinante. Termómetros eléctricos, balanzas digitales… diría que estamos en el futuro. Pero, ¿cómo llegamos aquí?
Curie:
Tal vez el tiempo mismo quiso reunirnos. Después de todo, cada uno de nosotros encendió una chispa en el largo fuego de la química.
Lavoisier:
Ya que el destino nos juntó, ¿por qué no compartimos nuestras historias? Todo comenzó para mí con una simple pregunta: ¿Qué es el aire?
Durante años, la gente creía en el “flogisto”, una sustancia invisible que escapaba al quemar. Pero al pesar cuidadosamente los productos de una reacción, descubrí algo distinto: la masa se conserva. Nada se crea, nada se destruye, solo se transforma.
Mendeleiev:
(Asintiendo con admiración)
Tu principio fue mi brújula. Yo pasé noches sin dormir, ordenando los elementos según sus propiedades y pesos atómicos. Había un patrón oculto, como música en el caos.
Y cuando una nota faltaba, la imaginé. Así nació mi tabla periódica: una predicción del orden natural, incluso de elementos aún no descubiertos.
Curie:
(Con una sonrisa tranquila)
Ambos buscaron lo invisible… como yo. Cuando investigaba los minerales de uranio, noté que emitían una energía que ninguna reacción química podía explicar. Junto a Pierre, descubrí el polonio y el radio, y acuñamos el término radiactividad.
Era algo nuevo: una ventana al interior del átomo mismo.
Lavoisier:
Es curioso: todos buscamos comprender la materia, pero cada descubrimiento parece abrir más preguntas. Yo solo quería entender la combustión… y terminé fundando una nueva ciencia.
Mendeleiev:
Yo quería poner orden en el caos, y terminé demostrando que la materia misma tiene un lenguaje. Un alfabeto de átomos.
Curie:
Y yo, buscando una explicación invisible, descubrí fuerzas que cambiaron la medicina y la energía… aunque también trajeron peligros que no imaginábamos.
Lavoisier:
Quizás eso sea la esencia de la química: observar con rigor, pero también con asombro.
Mendeleiev:
Y entender que el conocimiento no se construye solo. Cada descubrimiento es una reacción entre mentes y tiempos.
Curie:
Entonces, brindemos por ello. Por el método, por la curiosidad… y por el futuro que aún no ha sido mezclado.
(Los tres levantan un matraz imaginario. Una luz blanca los envuelve, y el laboratorio del tiempo se desvanece entre vapores de alquimia y ciencia.)
 
         Conversaciones en el laboratorio del tiempo
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