Eran las 2:55 de la tarde, bebía mi acostumbrada taza de té mientras leía algunos archivos. Mi secretaria entró al consultorio y me avisó que la cita de las 3 había llegado, le pedí que pasara.
Baje la mirada de nuevo a mis documentos y a paso lento entró una chica de unos 14 o 15 años.
-Bienvenida- dije,
– ¿Es usted la psicóloga? – me preguntó con voz tímida.
-Así es, ¿Te gustaría contarme algo especial o quieres que te haga algunas preguntas?
-tuve un sueño…-dijo con tono más seguro.
– ¿Qué clase de sueño era? – la animaba a contarme.
-No era un sueño como tal…-,se quedó pensando un rato -Bueno… el punto es que en el sueño mi amiga y yo estábamos conversando.
– ¿Sobre qué?
– Yo, impulsivamente, le decía toda la verdad.
– ¿Cual verdad?
-Bueno…yo le decía: «Honestamente, estoy cansada de todo, de fingir que estoy bien solo para tratar de no molestar a nadie, ser amable con todos, escuchar sus problemas y no contarle los míos a nadie por temor a que los usen para herirme, de actuar como si estuviera bien cuando me lastiman, de llamar a todos «amigos» cuando solo me buscan si tienen problemas y cuando los necesito no hay nadie, de no poder decirle «aun te quiero» y tener que fingir que no me duele verlo con otra, de quedar como mala por intentar proteger a alguien de mí misma, de convencerme de que hay personas que sufren más que yo y yo tengo no tengo derecho a quejarme ni a sentirme mal, a no poder terminar con mi vida porque cuando tengo el coraje de hacerlo aparece en mi cabeza alguien por quien decido quedarme, de cantar para gritarle a todos cómo me siento y que solo digan «guarda silencio, es molesto», que parezca sensible y frágil por llorar en público cuando no pueda soportarlo más, de preocuparme por los demás cuando nadie, ni siquiera yo, se preocupa por mí, de matarme de hambre para después comer hasta no poder más o de tratar de creer que todo se arreglará cuando crezca y que me burlaré de lo tonta que me veía al pensar de esta manera ahora.
Ese chico, aunque casi no hablamos y él no sabe nada de mí, fue capaz de hacer lo que siempre quise que hicieran mis amigos, él ha hecho que, aunque sea por un momento pudiera reír honestamente y olvidarme de mis problemas. Es por eso por lo que quiero ayudarlo, no porque quiera ‘ganarme el cielo’ como dices, realmente quiero apoyarlo, que sepa que no está solo, que sepa que puede confiar en alguien, porque sé lo difícil que es no confiar incluso en tu propia familia y amigos. Que no puedas expresar lo que sientes, por miedo a lo que pueda pasar. Nunca te lo dije, y si lo hago ahora pensaras que es una broma muy mala, o que solo quiero ganar tu empatía o tu compasión, tengo el mismo problema que tú. No puedo exponerlo, no me puedo expresar de la misma manera que tú. De hecho, cuando me dijiste que lo hacías, pensé ¿qué pasaría si yo hiciera lo mismo? Tenía tanto miedo de pensar la respuesta, a diferencia de ti mis padres lo notarían de inmediato. Me da miedo el solo pensar en que es lo que harían, ¿me llevarían a un psicólogo? ¿hablarían conmigo? sería bueno que hicieran eso, pero ¿qué tal si piensan que su hija está loca y enferma? ¿o si dan por hecho que solo tengo los típicos problemas de un adolescente y no me toman en serio? Fue por eso que aquél día te dije que yo preferiría que no me dijeran nada como a ti, y tu me miraste con decepción porque no era esa la respuesta que esperabas, pero, ¿Qué debería hacer? No puedo confiar en nadie, y eso me hace sentir peor.»
Me quedé sin palabras, era exactamente como yo me sentía, ¿que debía decirle? ¿cómo le das un consejo que tu misma no crees a alguien? ¿cómo respondes a algo si tú no sabes la respuesta? No sabía que decir.
– Pero al final no lo hice – dijo ella al verme guardar silencio.
– ¿Cómo qué no?
– Bueno, no era una conversación cara a cara, era por redes sociales, entonces solo borré todo el texto y al final no envié nada.
El tiempo de la cita se acabó y acordamos una nueva cita para una semana después, por primera vez, no había podido ayudar a alguien, porque ni siquiera yo me sentía del todo bien, así que después de diez años pensé en mis problemas y lloré.
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