«Relato de una ansiedad»

«Relato de una ansiedad»

Kiara Esmay

23/10/2025

Después de un largo día ansiaba llegar a mi casa con un único fin: acomodarme bajo las cinco frazadas e iniciar el ciclo de sueños y reposar el flujo de los pensamientos. Era tal el agotamiento que asediaba a mi cuerpo, sentía que podía dormir durante tres días seguidos. Aún así, en simultáneo al cierre de mis ojos, el corazón empezó a marcar el intervalo de sus latidos cada vez más rápido. Giraba de un lado al otro, miraba el techo dibujando y contando números en mi cabeza; en español, portugués y luego japonés. Todo en vano, el cansancio no desaparecía pero la vigilia amenazaba con ser extensa. TumTum, TumTum.

Decidí jugar con el gato que descansaba plácidamente en su esquina, en esos momentos nunca se negaba a las caricias, incluso las disfrutaba. Mientras el sonido de su ronroneo me acompañaba, la mente empezó a divagar. Había vuelto al trabajo después de unas cortas vacaciones y el volumen del material acumulado para traducir prometía ser irreductible. No podía explicarlo en ese momento, pero el simple hecho de no poder organizarse, de no llegar a cumplir con todos los deberes asignados, me resultaba insoportable; era como una astilla fina que se clavaba en mis sienes, de esas que no se encuentran fácil, pero su dolor es finitamente constante.

TumTumTum, TumTumTum. Me ensordeció, así que opté por levantarme y deambular por toda la casa. Me topé con mi rostro en el espejo: lucía agotado, las ojeras se imprimían de una forma extensa hasta casi tocar las mejillas y mi mirada se pronunciaba de forma exhaustiva. Me arropé en el sillón ¿Cómo había llegado a ese estado? ¿Por qué? ¿Qué era “eso” que no me dejaba dormir? En este punto algo se empezó a destapar. No sabía qué, pero en forma de cascadas todo aquello que me generaba peso se iba deslizando mientras se materializaba en caracteres, luego se organizaban en palabras hasta ordenarse en oraciones. Estaba cansada y ante ese interrogante se trazó: “Me pesa existir” ―¿A usted no? ― No sé si lo había trazado yo, pero esas tres palabras se habían vuelto indelebles ladrillos para la vigilia. Mi existencia dejó de estar latente ¿Para qué existo? ―¿Usted para qué existe? ― Recorrer esa pregunta me iba a llevar una infinidad y, aunque no tenía nada mejor para gastar el curso de las horas, se decidió invertir ¿Por qué no me mato? ―¿Usted por qué no se mata? ― TUMTUMTUM TUMTUMTUM TUMTUMTUM. Al igual que los torrentes sanguíneos en el cuerpo, los recuerdos se proyectaron por todo el espacio. Uno tras otro se volvía vívido, haciendo resonar sus diálogos; trazando una línea tajante entre la existencia y el cotidiano.

El vacío con su fórmula de enamoramiento se tornó indispensable. Los primeros rayos del sol ya entraron en la habitación y dibujaron en un susurro aquellas líneas de Camus “… a la vez desfallecido y colmado, me parecía, en mi extrema fatiga y por espacio de un segundo, que comprendía por fin el secreto de los seres y del mundo. Pero el cansancio desaparecía al día siguiente, y con él el secreto.”

Tum Tum, Tum, Tum; Tum… ― Silencio. ―

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