Nos veíamos desde hacía varios años. A veces, cuando ya estábamos juntos, con el silencio acompañábamos nuestras miradas. Poco a poco habíamos ido comprendiendo que nuestra amistad estaba subordinada a las cosas, a los acontecimientos más simples. Nuestros encuentros terminaban siempre así, un beso en la mejilla y un breve hasta luego. Siempre recordare su mirada desafiante, encendida que derretía hasta al mismo sol, dejando un cielo celeste que a su niña interior consolaba.
Pues dichoso fui de mirar más allá de su jovial y cuidosa belleza que embriagan los sentidos. Las bellas formas de sus labios definidos, rojos muy rojos casi palpitantes guardan con gratitud consejos, secretos y heridas. Y, aun así, cada que su presencia se revela entrega una sonrisa de par a par, un estilo único y despampanante, pero sobre todo un buen hombro donde descansar del mundo.
Aunque le encante el color negro, ya que dice que es neutral, siempre la he visto como alguien que colorea la vida de todos, sus mejillas tiernas, es como si su rostro hubiera sido pausado para recordar siempre la delicadeza de una pequeña e inocente niña, hay veces que la brisa trae su nombre a mi recuerdo: J…. y con ella una sonrisa nostálgica y sana.
Ella seguro ha sido la desesperación de algún hombre, con su figura femenina, provocativa y resuelta, seguro que también ha sido la salvación de otro hombre o niño, su mano tersa y de un color cálido como el del atardecer iluminado arrulla cualquier llanto, te alimenta de a pequeños bocados de felicidad y vida.
Solo puedo desear que los sueños y amores que anhele ella, se cumplan y algún día reírnos de nuestras desventuras como dos amigos que algún día pudieron contar con el otro para no perder de vista nuestros sueños.
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