
JYS nació en un pequeño pueblo donde el sol se colaba entre los tejados de barro y los niños jugaban con el polvo de la tierra. Desde muy temprana edad, el niño mostró una curiosidad que lo hacía marcar cada letra del abecedario como si fuera un tesoro oculto. Sus padres, aunque trabajaban en la granja, le enseñaron que el conocimiento era la llave para abrir cualquier puerta.
A los seis años, JYS se enfrentó al primer reto real: la escuela cerró por una tormenta de polvo y el maestro quedó sin aulas. Al principio, pensó que la educación se había perdido para siempre, pero en su interior se encendió una chispa de determinación. Se ganó un viejo cuaderno de papel arrugado y empezó a escribir todo lo que aprendía en su propio ritmo, convirtiéndose en un estudiante autodidacta.
Con el paso de los años, JYS vivió muchas cosas: ayudó a un vecino a reparar su molino, aprendió a leer las estrellas para predecir las lluvias y descubrió la pasión por las historias que contaban los ancianos del pueblo. Cada experiencia le enseñaba una nueva lección: la paciencia, la empatía y el valor de compartir lo aprendido.
Cuando llegó la edad adulta, JYS decidió que quería hacer algo más grande que él mismo. Se mudó a la ciudad para estudiar ingeniería civil y trabajó mientras estudiaba en la noche. Fue allí donde conoció a Panchita, una joven apasionada por la pintura, que también creía en el poder de las ideas y el trabajo duro. Juntos compartieron sueños y desafíos; su amor floreció entre planos y pinceles.
Finalmente, JYS se casó con Panchita en una ceremonia sencilla bajo un cielo estrellado; su familia lo apoyó con risas y lágrimas de alegría. Al poco tiempo le llegó su hija Slercis, una niña con ojos curiosos y una sonrisa que iluminaba cualquier habitación.
Ahora, años después, JYS mira cómo Slercis crece aprendiendo tanto como él aprendió cuando era niño: con libros abiertos y con manos llenas de tierra fértil. Él sabe que su vida no fue solo sobre ser alguien; fue sobre construir un legado de aprendizaje y amor que se transmite de generación en generación.
Y así, rodeado de su familia feliz, JYS encuentra la verdadera satisfacción: ser quien siempre soñó ser – un hombre que transformó sus luchas en oportunidades para su futuro y el futuro de los demás.
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