Sentí una fuerte mirada sobre mi, busque al rededor sin encontrar a nadie, seguí caminando, solo que con el paso más pausado, con la sensación de una emoción inexplicable, me detuve en una esquina junto a un enorme árbol, cuándo vi a detenimiento el lugar me di cuenta que le daba la espalda a un pequeño edificio de cristal, solo que este tenía las ventanas completamente rayadas con plumón negro, definitivamente alguien no quería ser visto, casi podía adivinar de quién se trataba y a diferencia de aquella ocasión en el sótano, esta vez si quería verlo.

Una explosión de emociones desato una sonrisa al solo verlo a lo lejos, sus ojos tenían una mirada de miedo discreto, pero al igual que los míos, los suyo brillaban.

Me acerque con cautela, como el ciervo al ver a un león herido. Las palabras sobraban, las miradas lo decían todo, me consumí tanto en él, que no me di cuenta que el escenario había cambiado, todo al rededor estaba lleno de caos, las personas parecían querer escapar de alguna situación, pero para mi el tiempo transcurría lentamente, solo sentía una fría brisa por todo el cuerpo.

Te he estado esperando. – le dije.

Siempre he estado aquí, esperando el momento para tocarte. – dijo esbozando una picara sonrisa.

No pude evitarlo, el hambre atrasada, el deseo acumulado, las nostalgias derramadas, todo dentro de mí me empujo a besarlo, a rodear su cuello con mis brazos, sabía que podía ser un en sueño, algo tan irreal como la certeza de conocerme. El me respondió el beso de la forma más hambrienta y tierna en la que jamás había sentido, le dije; Me debes un baile y estamos descalzos. – él sonrió y comenzó a balancearse suavemente, una sensación cálida comenzó a bajar de la cabeza hasta los pies.

Él se había desvanecido, se volvió frío alquitrán, formando un charco en mis pies, podía ver dentro de esa negrura que el seguía ahí debajo.

Aún no es el momento, te faltan piezas por entender. – Me dijo antes de marcharse.

Addis Désirée. 

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