Ella tenía solo un deseo. Podía pedir cualquier cosa que esté fuera y a su alcance. Volar, hablar con los animales, saber todos los idiomas del mundo, hacerse invisible. Sin embargo, pidió tener un corazón vacío. Si bien contaba con el órgano en si, tendria la mágica capacidad de pedir que no pudiera sentir dolor. No podría volver a enamorarse, ni conocer el amor en sí, no sabría lo que es la soledad, la empatía, la falta de atención, la desdicha, la lástima, el dolor. El corazón solo cumpliría la única función de darle vida a su organismo. Pero su mágica solicitud era que no tuviera ninguna remota sensación. Después de todo lo que había vivido, eso era lo que realmente quería y necesitaba. Protegerse. Y como su ser en sí, era demasiado emocional, pidió que todo ese conjunto de esencias, estén apagadas. Todos lo verían como la peor decisión del mundo, pero eso era lo que ella necesitaba. Sabía cómo debía comportarse porque recordaba lo que se sentía cada emoción. Y las elegiría a medida que debía. De esta forma, no las padeceria.
Después de años, siguió sosteniendo que fue lo mejor que le pasó. Dejo de sufrir, y empezó a vivir mejor. No volvió a llorar, y tampoco sonrío por demás. Dejo de ser ella, para convertirse en una persona sin alma, pero con corazón de lata.
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