Luego de ingresar,
pides un café helado.
Yo, en las cebras del asfalto, esperando,
a ver si encuentro motivos para hacerlo.

Debes pensar que estoy loco;
sin embargo, sé que no lo piensas.
Debería tomar valor y hablarte,
después sentarme en tu mesa.

Imagino muchas cosas,
por ejemplo, decirte lo hermosa que eres.
¿Qué me detiene, entonces?
Pueden ser los destellos de los autos.

Otro día más,
el mismo asiento,
la misma taza de café;
pero veo que hoy estás triste.

Puedo, tan siquiera, pensarte.
Cuando vuelvas, yo siempre esperando,
me lastima la realidad
de no poder encontrarnos.

Debería hablarte, invitarte a un baile.
¿Qué me detiene a hacerlo?
Estoy parado ante faroles de fuego.
Luego tú te marchas.

Quedo en la negrura noche
en tu ausencia de una solitaria mesa.
Después de ingresar,
pido un café helado.

Me siento bien estando atado,
extraviado y consumado en cada sorbo.

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