Qué sía macabras

Cae vagamente en un círculo de infinitos matices.
Muerta el alma, ya no importa a dónde va ni qué hace el cuerpo.
Qué fácil es dejarse llevar por los ríos de palabras
que te indican cuál es el camino más sencillo.

No quiero un camino sencillo.
Aunque adormilada, nunca he caminado por pasajes dóciles.
La violencia compone mi historia,
caótica, desgarrada.
Y me importa poco si al recordarla lloro;
no busco tu lástima,
sólo saber que aún hay vida en este montón de huesos.

Y un día normal abres los ojos en la mañana,
miras al techo,
y una punzada en el pecho te grita:
“¿Pero qué carajos estás haciendo?”
Lo peor es la respuesta:
“nada, no sabía que estaba viva.”
¡Carajo! ¿Cuánto tiempo dormida?
La vocecita responde: “Años. Muchos años, parce. Exclamo sin pensar ¡Mierda!”
Y empezó el lado más oscuro
a apoderarse de todo lo que diariamente se traza como rutina.
De repente, lo sencillo me sabe a tierra.

Empiezan a retumbar las palabras que a nadie le gusta escuchar:
“No quiero.
No lo voy a hacer.
No es lo que quiero.
No te importa lo que hago.
No debes entender.
No me interesa.”

Y tu alrededor cae y se preocupa.
¿Pero por mí? Obvio no.
Es porque el zombie obediente ya no está.
Ahora toma control de sí,
y las negativas se hacen reiterativas.

Estaba sola,
pero ahora es por gusto.
Qué sía macabras, By DA

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