LUZ AZUL

Mr. Pipp llegó a la posada cerca de medianoche deseando descansar un poco de la larga travesía y, si la suerte le acompañaba, deshacerse del pesado objeto que cargaba.

Al entrar a la taberna las pocas miradas que allí se encontraban se detuvieron por un eterno instante sobre él. – ¿el señor Torre? – preguntó en voz alta-, y el silencio se hizo aún mayor. -Soy yo -contestó el hombre detrás de la barra, quien, con mirada penetrante y potente voz, preguntó: – ¿en qué puedo servirle, caballero? -Mr. Pipp un servidor, -dijo el recién llegado un poco intimidado por el aspecto de su interlocutor-. -He venido hasta aquí para ofrecerle este valioso objeto, que, si es cierto lo que se dice de Ud., le interesará -continuó, aún intimidado por su anfitrión-.

El Sr Torre tomó dos vasos de madera y una gran jarra de vino, llenó dos vasos y, con un gesto que a Mr. Pipp le resultó simpático, lo invitó a beber. Bebieron largo rato en silencio hasta que el murmullo del entorno se transformó en bullicio; entonces el Sr Torre con un gesto lo animó a seguir la conversación.

Mr. Pipp animado por el brebaje, le contó una larga y misteriosa historia sobre el objeto que llevaba en su equipaje; obviando los detalles, pues su única finalidad era deshacerse de aquel pesado mueble. El Sr Torre arqueó las cejas fingiendo más interés del que tenía en ese momento, un poco divertido y algo intrigado con lo que le contaba Mr. Pipp.

Cuando hubieron terminado con el contenido de la jarra, el Sr Torre, con un ademán, lo invitó a que continuaran la negociación en su Despacho. Pasando por detrás de la barra, y atravesando una pesada puerta, se introdujeron por un largo y poco iluminado pasillo hasta llegar a una gran habitación de idéntica escasez de luz. Durante la pequeña travesía Mr. Pipp hizo grandes maniobras para mantener intacto el Espejo que llevaba consigo, lo cual provocó sonoras carcajadas en el Sr Torre.

Una vez en el Despacho, el Sr Torre tomó de un gran escritorio una caja de madera llena de rollos de papel, sacó su pluma, y redactó un pagaré donde mencionaba como condición de pago por el espejo, que al menos uno de los tantos extraños sucesos que le había contado Mr. Pipp, sucediese. Mr. Pipp estrechó su mano manifestando su acuerdo, tomó el papel y literalmente huyó.

El Sr Torre permaneció largo rato pensando en las extrañas historias alrededor de aquel viejo espejo sin encontrarle sentido a tanto cuento. Por fin se sentó detrás del escritorio, encendió su pipa y estiró sus piernas sobre la mesa decidiendo no darle más importancia al asunto; más, algo de todo lo que le dijo Mr. Pipp le quedó rondando en su mente: los anteriores poseedores del viejo espejo habían desaparecido misteriosamente; nada se sabía de ellos ni habían sido encontrado sus cuerpos.

Si el Sr torre no hubiese estado tan absorto en sus cavilaciones, se habría dado cuenta de que el espejo no reflejaba la habitación donde se encontraba. Por el contrario, mostraba una extraña luz azul que iluminaba gran parte de la estancia. Concentrado en sus asuntos, el Sr Torre se quedó dormido antes de terminarse la pipa.

El Sr. Torre se descubrió caminando por una larga playa fumando su pipa y observando la calma del mar; tuvo la extraña sensación de que algo no andaba bien; permaneció largo rato allí paseando desconcertado y sin rumbo; hurgando en su memoria se preguntaba si alguna vez había tenido una sensación como la que sentía en aquel momento tan similar a la incertidumbre… por más vueltas que le dio en su mente, no logró dar con ello y, desandando el camino, decidió volver a su taberna. Fue entonces cuando cayó en cuenta que la taberna no se encontraba en ninguna playa.

Inmediatamente despertó en su despacho. Con una sonora carcajada, soltó la tensión del sueño y se dispuso a volver a sus asuntos en la taberna. El resto de la tarde-noche continuó sin más.

La segunda vez que se quedó dormido en su despacho, creyó haber oído el oleaje del mar a lo lejos…y cuando despertó no supo dónde se encontraba. Intentaba moverse sin éxito alguno dándole la orden a sus piernas y a sus brazos sin obtener respuesta; su cuerpo yacía inmóvil dentro de lo que él creyó era un hueco entre dos rocas. Desde el lugar donde se encontraba el Sr Torre en ese momento, no se apreciaba realmente el acantilado rocoso en el que había caído, y que a él le pareció húmedo por la sensación en su nariz. En ese momento se alegró de conservar alguno de sus sentidos intactos. Trató nuevamente de ponerse en pie sin lograr el más mínimo movimiento, no sentía nada, ni siquiera dolor, únicamente lo impulsaba la urgencia de huir. Quiso emitir sonido con la voz; recordaba haber gritado mientras subía lo que parecía un acantilado de rocas resbaladizas y ardientes, lo cual en ese momento no le importó en lo más mínimo mientras sus brazos y piernas se alineaban desesperadamente a la huida escalando lo más rápido que podían.

En su mente, el Sr. Torre intentaba repasar lo ocurrido desde la mañana como un intento de mantenerse dentro de su habitual cordura. Estaré soñando otra vez, – se dijo a sí mismo en voz alta- y su voz retumbó dentro de la roca. Desde donde se encontraba podía oír el rugir de las olas golpeando el acantilado y esto lo convenció de estar otra vez en la playa de su sueño.

Despertó en su despacho con las piernas y brazos entumecidos y una gran sensación de impotencia, lo cual para el Sr Torre era una sensación poco habitual. Se mantuvo un tiempo allí sentado en su silla de detrás del escritorio, hasta sosegarse y volver a sentirse él mismo, lográndolo al fin, no sin esfuerzo.

La tercera vez fue diferente. El Sr Torre se encontraba en su taberna conversando como era habitual en él, tratando de sumar información que le fuese útil entre los parroquianos que allí bebían, cuando de pronto un sonido ensordecedor provocó entre los presentes un grave silencio. Para él fue bien claro que aquel sonido provenía de su despacho y se dirigió hacia allí más intrigado que alarmado; mientras atravesaba el oscuro pasillo algo le hizo acuerdo al extraño sueño de la noche anterior; hurgó en su memoria hasta que encontró el sonido del mar contra las rocas donde se encontraba…

Una vez en su despacho buscó qué podría haber provocado tal estruendo. Esta vez la luz azul que iluminaba el espejo llamó su atención y se acercó: No se sintió capaz de asimilar lo que vieron sus ojos; el espejo le mostraba la playa de sus sueños y allí vio como una gigantesca ola se acercaba al acantilado rocoso, y a su propia figura corriendo desesperadamente. Se vio escalar y caer dentro de una grieta e intentar moverse sin éxito, incluso volvió a sentir la misma impotencia que había sentido durante lo que él creyó había sido un sueño. Una sensación de horror lo invadió y se desmayó.

Lo despertó el sonido del mar chocando contra la roca donde se encontraba. Tumbado mirando al cielo, giró varias veces la cabeza hacia ambos lados hasta percatarse de que se encontraba rodeado de mar y de que aún su cuerpo no le respondía. Hizo varios intentos desesperados por moverse, incluso intentó gritar nuevamente sin lograrlo. Su desesperación iba en aumento, no era de los que se daban por vencidos sin más…lo que más lo desconcertaba era haber perdido el control de su cuerpo… Inevitablemente el mar continuó avanzando hasta cubrir por completo la roca donde yacía el Sr Torre.

Por mucho tiempo se habló en la taberna de la desaparición del Sr Torre. Algunos todavía hoy cuentan a los recién llegados, como fue que tuvieron que derribar la puerta del despacho ya que se encontraba cerrada por dentro, y lo único que encontraron allí dentro fue un antiguo espejo.

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