DIOS NO JUEGA A LOS DADOS CON EINSTEIN,JUEGA A LAS CARTAS CON LOVECRAFT.

DIOS NO JUEGA A LOS DADOS CON EINSTEIN,JUEGA A LAS CARTAS CON LOVECRAFT.

Jorge Torres

19/09/2025

Habían muerto muchísimos eones antes del nacimiento del hombre, pero existen artes que podrían revivirlos cuando los astros retornen a su posición correcta en el ciclo de la eternidad. Ellos, indudablemente, procedían de las estrellas, y trajeron sus imágenes con Ellos»…

Estábamos justamente en la época en que los astros se reunieron para ser testigos de esa épica epopeya. Entre las órbitas de Marte y Saturno surcaba los cielos la esperanza convertida en piedra en dirección a la Tierra, toqueteándose desaprensivamente con el plano de la eclíptica. A velocidad vertiginosa, un verdadero ATLAS capaz de soportar el peso de un planeta corrompido, cargado de pecados sobre sus espaldas, pronto nos visitaría. A veces desprendiendo un tono verde, color propio de las esperanzas eternas; a veces mostrándose roja de ira, al percibir la iniquidad de los seres que habitaban el mundo.

Los emisarios ya habían sido enviados a repartir la buena nueva en las épocas que la gran deidad lo creyó conveniente, pregonando amor como regla de vida de la humanidad; todos ellos fueron desoídos, humillados y finalmente sacrificados. Ahora será diferente…

Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

Las cartas están sobre la mesa, el tiempo se acaba.

La humanidad deberá enfrentar su dilema existencial y decidir: Autodestruirse o bien aceptar la inspiración divina que proponía pactos y alianzas de amor con lo sagrado y caridad y misericordia para el prójimo. Ahora es el tiempo en que los antiguos nos observan atentamente esperando respuestas.

El maligno, experimentado gobernante del mundo, ya había tomado su decisión, al igual que había hecho en otras ocasiones a lo largo de eones en infinitas Tierras. La idea de otra aniquilación planetaria lo subyugaba y por ese camino llevaba de la mano a la humanidad a un destino fatal donde la muerte se enseñorea en todas sus formas, comulgando estrechamente con el odio y la soberbia. Eran épocas de alentar la maldad en las multitudes, fogonear las divisiones en el mismo seno de las familias y los logros estarían conseguidos al aumentar su ego personal para volver a aplastar la voluntad del eterno.

El mundo indefenso, en medio de terminales cavilaciones, se debatía sin aliados, erupcionando guerras y revoluciones en un camino acelerado, sin pausas ni treguas posibles, sin dudas, sin retrocesos, ni marchas atrás. Sin piedad… Las armas cada vez más sofisticadas y letales eran vendidas a cielo abierto por mercaderes inescrupulosos en un intercambio de muerte y divisas.

Las tres cartas que profetizaban un final del juego ya estaban sobre la mesa, como puede observarse.

La piedra de la esperanza se había convertido en una enorme luna en los cielos. Muy lejos se hallaba de transmitir esperanza; más aún, se había transformado en el terror de las masas, que aumentaban su odio bañando la Tierra en sangre, apurados por acumular bienes que los salven de la vergüenza de morir aplastados como larvas empachadas en oro, bajo el infernal astro.

Nadie creía ya en las teorías de la ciencia, que avistaba cometas interestelares en órbitas inconcebibles, ni en las súplicas y profecías religiosas, que auguraban dioses, figuras míticas más increíbles aún… La Biblia, los códigos penales y las Constituciones de los países del mundo eran meros recuerdos, echados al olvido, empolvados en añosas bibliotecas por nadie frecuentadas. La gente no creía ni en sí misma; quizás ese fuera el peor de los pecados que solían cometer los humanos. Y esa cosa seguía allí colgando del firmamento, inmensa, imponente a la vista del mundo, a veces roja, a veces verde. Tiñendo a una humanidad en su colorido ocaso en una despedida de lugubres matices.

Una noche sin luna, el flagrante astro apagó su fulgor, dejando al mundo en una oscuridad de tres días que parecía eterna. Al mismo tiempo, los saqueos, violaciones y asesinatos se multiplicaron exponencialmente en las comunidades.

En la tercera noche, el astro abrió un gran portal que emanaba una tenue luz celestial que apenas iluminaba al mundo. De ellos se podía distinguir la llegada de los antiguos. Seres atemporales, simples, rústicos, que tras sus faroles de mano, bajaban a las ruinas del mundo apoyados en sus báculos.

—Un trueno hecho voz, pronunció:

—¿Hay alguien allí? ¿Alguien ve nuestra luz? ¿Alguien que crea en Dios, por favor? Uno nos bastaría para complacernos… ¿Alguien?

El silencio fue más potente que el trueno. Nadie se hizo oír, nadie proclamó un tímido «yo creo». Quizás por verdadera incredulidad, quizás por temor al maligno rey del mundo, a lo mejor por miedo a dejar de pertenecer a esa raza de orgullosos odiadores. El hecho es que nadie levantó la voz proclamando ser creyente, evidenciando una vez más que nadie sería salvo de las próximas tribulaciones, asegurando para ellos un rechinar de dientes que anunciaba un final a sangre y fuego.

Los antiguos nuevamente se irían decepcionados, sin nadie para elevar a los cielos a la presencia de Dios. El arrebatamiento que profetizaban las escrituras nuevamente había fracasado en un nuevo triunfo del maligno.

El astro se fue alejando lentamente del mundo, sin ira, pero con su esperanza visiblemente quebrada. Y el hombre finalmente se terminó aniquilando para dar paso a la semilla de un nuevo hombre que quizás dentro de eones sea digno de ser arrebatado y elevado a los cielos, pues haya aprendido a convivir en comunidad acatando las únicas reglas básicas de convivencia, que no son otras que las dictadas por Dios.

«Habían muerto muchísimos eones antes del nacimiento del hombre, pero existen artes que podrían revivirlos cuando los astros retornen a su posición correcta en el ciclo de la eternidad…»

Inspirado en el juego de cartas de Arkham Horror, en los «Mitos de Cthulhu», de Lovecraft, y en la actualidad, donde estamos a días de un renovado arrebatamiento… Tesalonicenses 4:16-17 y 1 Corintios 15:51-5

Que así sea… Amén

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