
La Singer de Mamá
José E Díaz
En un rincón del tiempo, bajo luz de madrugada,
vivía una Singer, firme, dorada,
con alma de acero y cuerpo cansado,
testigo silencioso de un hogar entregado.
Mi hermano y yo, niños de alas abiertas,
la veíamos no como máquina, sino como puerta:
un carro veloz, una nave encantada,
donde la imaginación era gasolina desatada.
Pero para mamá, era otro su andar,
con pies que danzaban sin nunca fallar,
manos que hablaban con hilos y telas,
bordando historias, zurciendo estrellas.
Pantalones que volvían a caminar,
faldas que aprendían de nuevo a volar,
vestidos que hacían soñar a mis hermanas,
y clientes que traían sus telas desgastadas.
Yo la veía, tan quieta, tan sabia, tan fuerte,
como quien doma el hilo, desafiando a la suerte,
sin patrón más que el amor al detalle,
sin aplausos, sin pausa, sin queja al tejar.
Y la limpiaba, con manos pequeñas,
como quien cuida las joyas más llenas,
porque en esa máquina no solo había metal,
había magia, esfuerzo… y algo celestial.
Hoy la recuerdo a mamá en su máquina,
reinando entre hilos, y aguja.
La Singer que tenía aún canta, aunque solo en mi mente,
una canción de amor, eterna y presente.
OPINIONES Y COMENTARIOS