El tiempo me enseñó que perdonar sin rencor hace que el futuro pese mucho menos. Quiero un abrazo cuando llegue el frío. Y si no estoy yo, ¿cómo vas a estar tú para mí, con un millón de ilusiones que gritar? Si no vacío la tienda de mis mentiras, no podré viajar a un nuevo yo. Te doy mi deseo, mi suerte, por si sufres, por si no te encuentras. Me llevo conmigo lo más lindo en el viaje, no pienso perderme tantos paisajes, no quiero guardar rencor. Necesito que sepas que aún te quiero y que te perdono.
La vida me ha puesto a correr por el dolor, por la envidia, justo todo lo que no quería. ¡Qué bonita ironía! Estoy echando el mal al fuego, al mar, ahogándolo en un hueco sin salida. Tengo expresiones reales, no disfraces. Ya entendí que no hay nada detrás del que odia. Y solo sé que estoy dispuesto a perderlo todo; igual no hay nada que perder. ¿Dime qué esperas? A veces todo funciona cuando escuchas a tu corazón, ese que nunca te dejó.
Todo lo que soñamos nunca lo cumplimos. Ahora son recuerdos que siguen ahí por si vienes, nos encontramos y revivimos. Que se joda el silencio, que no importa si no hay muchas palabras. Marchemos sin saber a dónde, que viva el amor y la naturaleza. Te miré, me miraste, y sé que nos dijimos más de mil cosas, aunque en realidad nuestras almas se encontraron en un instante. Sentí frío y que nadie es como tú, que nadie es como yo. Y si no lo entendiste, igual ya lo entendiste todo.
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