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Las leyes son las cadenas de la justicia.

El silencio de algunos muertos dice más que el discurso de muchos vivos.

El hombre trata de explicarlo todo con leyes conocidas, pero muchas cosas suceden por leyes desconocidas.

Sabemos mucho en términos relativos, pero casi nada en términos absolutos.

Una misma semilla puede dar mejor o peor fruto según dónde se siembre y cómo se cuide.

Con llevar a cualquier rincón un poco de esperanza ya habrá tenido sentido nuestra vida.

Cuando sientes que lo ajeno te empieza a doler como lo propio, tus viejas convicciones se desmoronan.

La ira abrasa tu entorno, pero también calcina tu interior.

Cuando se acaban las razones, irrumpen las sinrazones.

A veces no es necesario que cambie el mundo para alcanzar la felicidad. Basta con que nos atrevamos a cambiar nuestra forma de contemplarlo.

El valor que te concede la actitud de luchar es superior al que te otorga la victoria. Si necesitas vencer para sentir que eres alguien, es que ya perdiste algo esencial.

Es fácil jugar cuando se tienen buenas cartas. El verdadero mérito está en saber jugar con dignidad teniéndolas malas.

Tan importante como alcanzar un techo es saber valorar el suelo desde el que partimos.

La grandeza de la vida está en vivirla con sencillez, saboreando cada segundo, siendo conscientes de cada momento, de cada sensación, de cada ráfaga de viento que nos acaricia la mejilla.

Llega un momento en el que uno mira más hacia atrás que hacia adelante. Ahí es cuando necesitamos estar orgullosos de lo que fuimos. Aún estamos a tiempo.

Casi nunca la estrella que más brilla es la que más ilumina.

Las buenas personas ven bondad hasta en la malicia; las malas ven malicia hasta en la bondad.

Existes personas ávidas de enarbolar la bandera de la verdad, pero no porque sean sinceras, sino porque en ella, a menudo, encuentran su mejor instrumento de tortura.

Hay actos que degradan tanto, que sería preferible morir antes que perpetrarlos.

Quizá tan solo seamos energía. Seamos, entonces, buena energía.

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