Escribí para salpicarlos de sangre

Yo escribí por una necesidad urgente:
para no olvidarme,
para seguir respirando,
para no encariñarme con el suelo,
y para no degollar mi cuello.

Escribí para salvarme del abismo que gritaba mi nombre.
Escribí para no sacarme los ojos.
Escribí para registrar,
organizar,
mirar,
entender
este horrible sufrimiento que me corría por las venas.

Escribí porque estaba sola.
Escribí porque estaba triste.
Escribí porque me ahogaba.
Escribí porque no quería seguir viviendo.

Escribí para que lo supieran,
para que no preguntaran luego:
“¿Por qué lo hizo?”
Para que evitasen frases del tipo:
“¿Por qué lo hizo si era tan linda, capaz, inteligente?”

Escribí para dejar registro
de que no basta con ser inteligente
cuando el dolor se te mete en el cuerpo.
Puedo ser inteligente y sufrir de maneras inexplicables,
ser inteligente y estar podridamente deprimida.

Escribí para que no se hicieran esas preguntas.
Escribí para que supieran de mis angustias.
Escribí para que pudiesen saborear
al menos unas gotas de mi dolor en sus labios.

Escribí para salpicarlos de sangre.
Escribí para escupirles con los dientes temblando.
Escribí para manchar un poco el cielo.