Pequeño, recuerdo la primera noche que dormiste en casa. Te compré tu cama de plástico, parecía una minicuna, y aún la conservas y usas, aunque esté mordisqueada por los bordes como todo lo que has amado. Esa noche la coloqué a mi lado, pensando que llorarías, que extrañarías a tu madre o tus hermanos… pero no. Dormiste como si siempre hubieras vivido allí. Como si hubieras nacido para estar conmigo. En aquellos tiempos hacíamos muchas barbacoas, y a ti te encantaba robar comida. Tenías un arte, una técnica casi profesional para coger cosas de la parrilla sin quemarte. Eras un auténtico experto. Pero el día del chuletón… ¡ese día te coronaste! Robaste un chuletón más grande que tú, saliste corriendo con el cuello torcido por el peso, y yo no podía parar de reír. ¿Cómo iba a enfadarme contigo? ¡Si eras la viva imagen de la felicidad canina! Nunca me he enfadado contigo, ni entonces ni ahora. Tienes ese poder: convertir cualquier trastada en una anécdota divertida, algo digno de contar y de reírse toda la vida. También tenías la costumbre de robarme cosas —calcetines, camisetas, cualquier objeto con mi olor— y llevártelas a tu cama como si fueran grandes tesoros. Para ti, todo era un juego, una pequeña aventura. Disfrutabas cada momento, cada cosa, con una intensidad genuina que me enseñó lo que es vivir de verdad. Has tenido una buena vida, amor mío. Lo sé. No puedo quejarme de nada, solo dar gracias. Siempre fuiste un perro sano, alegre, lleno de energía. Y yo me aseguré de que nunca te faltara de nada, de que tus días no fueran grises, de que el mundo fuera amable y emocionante a tu alrededor. Ahora siento dolor porque te apagas poco a poco, pero también doy gracias. Porque tu vida ha sido una fiesta, una locura hermosa, una lección tras otra. Me enseñaste que la verdadera felicidad está en los pequeños detalles, en esos destellos de locura que hacen que la vida merezca la pena. Nunca voy a estar preparada para dejarte ir. Nunca. Pero sé que llegará el momento. Y cuando lo haga, te dejaré marchar con todo mi amor y todo mi agradecimiento. Porque me has regalado una vida que no cambiaría por nada. Llenarás un vacío que nadie podrá ocupar jamás, pero también dejarás una luz que me guiará siempre. Te amo, hoy, mañana y siempre.
OPINIONES Y COMENTARIOS