Diego había acompañado a Pablo a comprar una armónica a la tienda de música, cuando, al salir de esta, un teporocho les había escupido los pantalones. -Saquese pinche gato- dijo Agustín, el teporocho
-Ora qué le pasa a ese pinche viejo- le preguntó Pablo a Diego
-Déjalo, ya está seníl- le respondió -Además nunca fue así.
-¿Ah no?
-¿No te sabes la historia del Agustín?- Preguntó Diego. Pablo negó con la cabeza. -Pues ahí te va, ahora lo conoces como el loco de los gatos, que porque los insulta, les escupe, una vez hasta vi que pateó a uno. Pero hace muchos años era un albañil muy reconocido, le hizo un buen de obras a mi abuelito, pero un día, en una construcción para una familia adinerada, fue el último en irse, disque había prometido un gran avance para el día siguiente. Total, en plena madrugada, dice que un objeto bajó del cielo a donde él estaba, la obra ni tenía techo, el objeto tenía una silueta de como un pájaro abriendo sus alas, blanco y que apenas tenía volumen. El Agustín quedó bien menso, se puso de rodillas y gritó “¡el espíritu santoooo!”. En eso, el ovni que cambia de color, azul, rojo, verde, morado. Iba cambiando intermitentemente, mientras se dirigía al pecho del Agustín y se incrustó en él. Dice que se sintió como una palmada caliente, y entonces, desapareció el ovni.
Al día siguiente, Agustín amaneció bien wacareado. Pero, con todo el conocimiento del mundo. Sabía todo lo que había por saber. Total, estudió de todo, ingeniería espacial, física, astrofísica. El cabrón estaba obsesionado con los ovnis. Fijate, hasta llegó a la NASA, allá en Houston. Pero dejó atrás a su familia, dicen que su hija tenía polio. Como sea, Agustín se había convertido en un científico exitoso, sus compañeros le decían “el astroalbañil”. Su invento más ambicioso era una antena que funcionaría como faro para los extraterrestres. El experimento lo hicieron en el desierto de Nuevo Mexico, encendieron la antena, pero nadie llegó. Así estuvo encendida como por 10 años, hasta que un día, el mismo Agustín, la apagó. Pero en ese preciso momento, una luz intensa lo reflejó desde lo alto, y de ese resplandor, bajó un Alien, tenía 17 ojos, la piel morada y viscosa, era alto y tenía 8 brazos. El Alien extendió un brazo hacía Agustín y este empezó a toser, quería arrebatarle algo de él, al final, toció tanto que terminó vomitando, y entre aquel vómito, había un gato. Había vomitado un gato naranja. El Alien tomó al gato y se esfumó. Agustín perdió todo su conocimiento, no podía ni hablar. La migración lo terminó deportando, su familia no lo quería devuelta, así que terminó en la calle. Y dicen que por eso odia a los gatos.
Pablo se quedó callado, y después de unos segundos, preguntó:
-¿Y tú crees eso?-
-Pues, unos dicen que lo arañó un gato cuando era bebé. Quién sabe cuál sea la verdad-.
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