EL SECRETO DEL LAGO VERDE

EL SECRETO DEL LAGO VERDE

Eviana Elias

25/08/2025

Siempre recordaré aquel puente festivo. No por el descanso, ni por las risas con Rubén y David. Sino porque algo en nosotros cambió después de esa escapada. Algo que aún llevamos dentro y que nunca llegamos a contar a nadie por miedo a que nos tomarán por locos . Deseábamos que aquellos cuatro días de ocio se convirtieran en una experiencia inolvidable. Y desde luego, creo que jamas lo olvidaremos …aunque no en el sentido que esperábamos .

Hacía meses que planeábamos acampar en la isla del Lago Verde. Rubén la había descubierto durante una visita a un compañero de la facultad que vivía cerca. Nos enseñó fotos: un pedazo de tierra en medio de un lago verde azulado, rodeado por bosques de árboles enormes y centenarios.Un lugar aislado, casi virgen. Perfecto para desconectar .

Lo preparamos todo a conciencia ; la tienda, cañas de pescar, linternas, comida para varios días, agua ,cervezas y muchas ganas de pasar unas jornadas de ocio y alegría . Subimos a mi lancha desde el embarcadero al amanecer del primer día, tras descender del coche de David que nos había trasladado hasta aquel paraje. Las aguas estaban tranquilas y el sol comenzaba a despuntar cuando tocamos la orilla de la isla.

Montamos el campamento en un claro entre el bosque de pinos muy cerca de la costa. Había una pequeña cala de aguas azul turquesa en las proximidades ,donde disfrutamos bañándonos después de instalarnos lo más confortablemente posible. Luego exploramos parte del interior, nos abrimos paso entre la densa maleza , saltamos troncos caídos, nos colgamos de las ramas bajas de los árboles ,y correteamos por todos lados felices como niños. Aquella isla era un paraíso salvaje.Nuestro pequeño reino privado.

Esa primera noche, mientras dormíamos profundamente en la tienda, tras un día intenso y agotador , Rubén nos despertó de madrugada.

—He oído pasos —susurró asustado

David y yo gruñimos, medio dormidos. Rubén era un fanático del género de terror : libros, películas, series , comics…Pensamos que era producto de su imaginación desbocada y sin prestarle mayor atención continuamos durmiendo .

Pero a la mañana siguiente, mientras preparábamos el desayuno, sobre la hoguera , nos percatamos de algo verdaderamente extraño :

—¿Habéis visto esto?. __ Pregunto David 

En la tierra, junto a la tienda, había huellas húmedas. Iban hacia la playa, a pocos metros, por una estrecha vereda abierta entre la vegetación, desapareciendo más allá.

—Pudo haber sido uno de nosotros anoche —dije no muy convencido

__ Son muy pequeñas. __ Observo Ruben

El ambiente se volvió considerablemente más tenso. Las enigmáticas huellas regresaban a nuestra mente una y otra vez, y se convirtieron en el centro de nuestras conversaciones en varias ocasiones a lo largo del día. Por la mañana y por la tarde, disfrutábamos de baños en el mar y nos dejábamos calentar por el sol en la suave playa arenosa de la cala. Desde las rocas que se adentraban en el agua cerrando la ensenada, con forma de media luna , lanzamos nuestras cañas de pescar, tratando de atrapar algo, aunque nuestros esfuerzos fueron en vano. Más tarde, nos internamos a través de la floresta por el resto de la isla , dispuestos a investigar el origen de las inquietantes pisadas , atentos a cualquier señal que pudiera revelarnos algo sobre aquel misterio. Pero no vimos nada sospechoso, nada fuera de lo normal .Por lo que poco a poco nos fuimos relajando .

La segunda noche fue diferente.

Esta vez, todos lo oímos, cuando Rubén nos despertó zarandeandonos sin miramientos .Crujidos ,pasos claros entre la maleza y en los alrededores de nuestra ubicación.Salimos de la tienda con las linternas temblando en nuestras manos, dispuestos a atrapar al merodeador .Rodeamos el claro. Y de nuevo distinguimos huellas húmedas de pies descalzos de pequeño tamaño .Pies infantiles o femeninos.

Y entonces la vimos. Un estremecimiento nos recorrió de pies a cabeza .

A pocos metros, entre la arboleda, se podía distinguir la figura de una mujer, claramente iluminada por la suave luz de la luna. Su estatura era notablemente alta y su constitución delgada, lo que realzaba su presencia etérea, casi como si flotara sobre el suelo cubierto de hojas. El brillo plateado del astro nocturno se reflejaba en su piel pálida, dándole un aire casi sobrenatural. Permanecía inmóvil, como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor, mientras sus ojos, semi ocultos tras el largo y oscuro cabello que le caía sobre el rostro, nos observaban con una intensidad perturbadora que parecía atravesar la noche misma. Llevaba un vestido negro que le llegaba hasta los pies, como si respetara un luto riguroso, acentuando así el halo de misterio en su apariencia.

— Hola. ¿Está bien, señora? ¿Le ha sucedido algo? —pregunté con una voz ronca y forzada , esforzándome por superar el miedo que me generaba la críptica y desconcertante presencia femenina que tenía frente a mí. —¿Necesita ayuda?

No respondió. Su extraño comportamiento y su silencio me erizo la piel. Algo en su porte erguido, pero lánguido , algo que no hubiera sabido precisar , se percibía profundamente antinatural .

Mis amigos y yo intercambiamos una mirada que reflejaba perplejidad y ansiedad.

La inaudita conducta de la desconocida, que permanecía impasible y en completo silencio en medio de la oscuridad de la noche, en este lugar remoto y alejado de cualquier signo de civilización, resultaba verdaderamente escalofriante. La tensión en el ambiente se hacía palpable, mientras la insólita visitante despertaba en nosotros un profundo recelo y temor.

La mujer, vestida de luto, parecía estar petrificada en ese lugar, fría y sin vida, digna de una imagen siniestra . Su hermetismo era tal que resultaba perturbador. La noche oscura, combinada con su presencia, creaba un escenario lúgubre donde cada uno de nosotros con un nudo en el estómago, nos sentíamos incapaces de apartar los ojos fascinados de aquella enigmática fémina que nos observaba desde la penumbra. 

  

     Fue entonces cuando me di cuenta de que tanto su vestido como sus largos cabellos estaban completamente empapados, adheridos a su figura delgada. Su rostro, apenas visible entre los gruesos mechones de pelo mojado, lucía demacrado , cadavérico. Las gotas que caían de su cabello y de su ropa encharcaban la tierra a sus pies. 

Me pregunté si habría sufrido un accidente. Tal vez su barca había volcado al acercarse a la isla . ¿Pero ,porque no respondía ?. ¿ Por qué no solicitaba nuestra ayuda ?. ¿Se hallaba acaso bajo los efectos de algún golpe …?

Tras unos minutos de mutua contemplación la extraña visitante nocturna se giró lentamente y desapareció entre la espesura.

Pese al lógico sentimiento de zozobra que su inesperada aparición nos había provocado corrimos intrigados tras ella, siguiendo sus húmedas huellas ,pero la mujer se había desvanecido como el humo. Solo encontramos una pequeña caja de cerillas tirada en el suelo. Como si se le hubiera caído .En su tapa había un extraño código escrito con bolígrafo :7394 G. Levemente desdibujado por el tiempo .

Al tercer día, después de una noche completa sin poder dormir, en un tenso estado de alerta constante y sobresaltados por cualquier ruido a nuestro alrededor, incluso los sonidos naturales del bosque que llegaban a nuestros oídos, Rubén propuso examinar la isla a fondo. Unánimemente aceptamos la propuesta impulsados por la esperanza de encontrar a la enigmática mujer que habíamos visto o, al menos, algún indicio que nos llevara hasta ella. 

    

 Y quizá por casualidad, o quizá no, ya no estoy seguro de nada, dimos con una vieja construcción totalmente derruida. Muros caídos, maleza creciendo por todas partes. Allí, medio enterrado, Rubén encontró un maletín de cuero ajado y herrajes oxidados . Tenía una cerradura con combinación numérica y alfabética.

Llevado por una corazonada David saco la caja de cerillas , que había recogido la noche anterior, y nos señaló con un dedo el código que alguien había escrito en ella.

Llenos de curiosidad rápidamente introdujimos la combinación en el mecanismo de apertura del maletín 

Ante nuestro asombro la cerradura se desbloqueo con un leve clic.

Dentro había fotografías de colores deslucidos por el paso del tiempo,y recortes de periódicos amarillentos. La mayoría de ellos replicaban la noticia en menor o mayor grado del hallazgo del cadáver de un muchacho, casi un adolescente en la isla . El cuerpo presentaba signos de violencia. Pero nunca se esclareció si fue un accidente o un asesinato. Los diarios databan de más de una década atras a juzgar por las fechas de cabecera 

Un recorte posterior a la fecha hablaba del suicidio de su madre. Se arrojó desde las rocas del extremo norte de la isla semanas después de la muerte de su hijo. Al parecer la familia vivía en una localidad próxima al lago . El insoportable dolor por la perdida de su único vástago la condujo a tan trágico final.

Se indicaba que la mujer estaba firmemente convencida de que su hijo había sido asesinado y creía saber quién era el autor del crimen. Había visitado a la policía en varias ocasiones para comunicar sus sospechas y pedir que se reabriera la investigación. Sin embargo, debido a que no ofrecía información útil ni pruebas concretas, y sus aportaciones se basaban en suposiciones y evidencias poco sólidas, las autoridades habían desestimado sus peticiones.

Entre las fotos, vimos al muchacho ( no teníamos ninguna duda ) de cabello oscuro y rostro dulce e ingenuo ,sonriendo junto a un hombre mayor ,de barba bien cuidada, gafas redondas y rostro serio. Para nuestra sorpresa el fondo era inconfundible: el edificio de nuestra facultad.

—Ese hombre me suena —dijo Rubén, visiblemente perplejo, señalando la foto—. Fue profesor de mi hermana mayor, poco antes de jubilarse. En ese tiempo circulaban rumores de abusos hacia alumnos jóvenes y vulnerables y, si no me equivoco, él era uno de los señalados. Nunca se hallaron pruebas firmes, pero las sospechas quedaron flotando… hasta que el asunto simplemente desapareció, como si nunca hubiera pasado.

   

En otra fotografía, el joven adolescente se encontraba junto a una mujer mayor que él, probablemente su madre. La mujer tenía cabello negro, largo y ondulado, bien cuidado, y su presencia era imponente y hermosa. Vestía un elegante traje chaqueta que le daba un aire sofisticado. Una mano, se posaba delicadamente sobre el hombro derecho del chico, como si lo estuviera protegiendo. Ambos sonreían con una expresión de felicidad auténtica, y el afecto que compartían era tan evidente que parecía traspasar la lente de la cámara, proyectándose hacia el espectador. 

Y en la última de ellas , de nuevo la imagen del chico al lado del profesor. Al cogerla, me pareció ver letras en su reverso, y al girarla, descubrimos una breve nota manuscrita que capturó mi atención de inmediato. La caligrafía, pulcra y elegante decía:

«Para mí, buen amigo Sergio. Nuestra última foto antes del fin de curso. Espero con emoción que llegue el fin de semana para realizar juntos esa visita a tu misteriosa isla en el lago. Será para mí un placer acompañarte en tu pequeña aventura. Un abrazo.»

Eso era todo .Solo un detalle más ;La misiva llevaba fecha de tan solo unos días antes del fallecimiento del joven, hacia más de diez años

Un denso silencio nos envolvió. Todo parecía encajar. Aquella mujer… el luto. Su espíritu vagando por la isla clamando justicia.

Decidimos llevar el maletín a las autoridades. Era lo correcto. Quizá si con ello hallaban al culpable y el asesino de su hijo era condenado, el fantasma de aquella desconsolada madre descansaría al fin en paz.

Esa ultima noche , el espectro volvió .

Una breve aparición , su fúnebre silueta se dibujaba entre los árboles, destacada por los rayos de luz lunar que la iluminaban en contraste con el fondo oscuro y tenebroso que la rodeaba. Aquella figura nos observaba con cautela, con una tranquilidad casi inquietante. Aunque su silencio era profundo, había un cambio sutil en su postura que no pasaba desapercibido. Ya no se presentaba como una presencia aterradora y amenazante; su aflicción, intensa y conmovedora, se matizaba con un reconocimiento silencioso que, según mi percepción, se asemejaba a un sentimiento de agradecimiento. De alguna manera que no lograba comprender del todo, sus emociones parecían entrelazarse con las mías, como si pudiera sentir lo que ese espíritu experimentaba en su interior, haciendo que me sintiera parte de su dolor y de su recuerdo.  

  

    Al cabo de unos minutos la fantasmal figura se esfumó dejando tras de si una atmósfera pesada y perturbadora . Pero también un halo de tristeza y melancolía que tras contagiar nuestros ánimos pareció expandirse impregnando el ambiente .

 Al día siguiente recogimos apresuradamente el campamento y bajo un cielo que había amanecido encapotado ,cargados con las abultadas mochilas, emprendimos la travesía de regreso.

La barca se mecía en silencio mientras nos alejábamos de la isla. El cielo plomizo , presagiaba lluvia inminente.Volvi la vista atrás hacia el islote , cada vez más lejano, y creí ver una misteriosa sombra alargada en la orilla .No tuve tiempo de discernir lo que veía más claramente, porque de repente, el viento cambió. Una ráfaga nos sacudió. El lago, que había estado en calma, comenzó a agitarse. Una ola golpeó la lancha, haciéndola zozobrar . Rubén que llevaba el maltrecho maletín sujeto en su regazo se desestabilizó momentáneamente. Pero la pequeña maleta resbaló de sus manos y cayó al agua.

Intentamos alcanzarlo. David se lanzó al agua y se sumergió en su busca . Pero fue inútil, el lago se lo trago en sus cenagosas profundidades , como si no quisiera que le arrebataramos su secreto.

De vuelta en tierra firme, no sabíamos qué decirnos. Comprendimos que nadie nos creería , ni tomaría en cuenta si no aportabamos algún tipo de indicio claro.Pero habíamos perdido la prueba. El secreto de la isla permanecería eternamente oculto bajo las aguas que la rodeaban.

No regresamos nunca más al lago . Y jamas volvimos a hablar de lo que allí pasó. Sellamos ese recuerdo bajo un pacto tácito de silencio ,sepultado bajo el peso de las vicisitudes diarias . Nuestra amistad, junto a nuestra alegre juventud, se perdieron con el paso de los años .

 Sin embargo , aún hoy después de tanto tiempo , la mujer ataviada de luctuoso negro que se nos manifestó en la isla ,sigue persiguiéndome en sueños . Su figura alta y oscura flotando, con ligeras fluctuaciones, en la orilla. Y pese a que no puedo ver su rostro oculto por sus negros y húmedos cabellos ,y la evanescente nebulosa gris que siempre la rodea ,siento en el fondo de mi alma su profundo dolor .Noche tras noche su pena desgarra mi corazón .Y a la vez su implacable sed de justicia me empuja a buscar al culpable de su desdicha . Sé que aquella nubosa mañana no regresamos solos de la isla ,su espíritu se aferró a nosotros obligándonos a compartir su tormento y sus ansias de venganza . 

 Percibo, con inquietud su presencia invisible y ominosa , sus penetrantes ojos clavados en mi …

Observando .

Esperando…

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