El mundo cambia… y nosotros con él

El mundo cambia… y nosotros con él

Kurt Bendfeldt

11/08/2025

Hubo un tiempo en el que cada momento importante de la vida cabía en un carrete de 24 fotos. No había “borrado” ni “segunda toma”: la sonrisa, el guiño, el abrazo… todo quedaba tal como salía. Para llamar a alguien, buscábamos monedas y nos acercábamos al teléfono público más cercano. Y si queríamos mandar un mensaje rápido, confiábamos en el sonido agudo de un fax enviando una hoja a kilómetros de distancia.

El correo llegaba en manos de un cartero, con cartas que olían a tinta, papel y espera. Las noticias se leían en papel de diario, que dejaba las manos ligeramente manchadas de tinta negra. La música venía en discos de vinilo, cassettes y CD’s, que había que cuidar como tesoros. El cine se vivía en salas oscuras, y si querías ver una película en casa, ibas al videoclub a alquilarla y devolverla rebobinada.

Hoy, todo eso cabe en un rectángulo de cristal que llevamos en el bolsillo.

La cámara, el teléfono, el fax, el correo, la agenda, el periódico, la tienda de música y hasta el videoclub… todo fue reemplazado por una pantalla táctil y una conexión a internet. Lo que antes requería tiempo, paciencia y presencia física, hoy sucede en segundos.

El cambio no es malo, pero tampoco es inocente. Hemos ganado inmediatez, pero perdido pausas. Hemos ganado acceso, pero reducido la espera que hacía que algunas cosas fueran más valiosas. El mundo cambia, y con él, nosotros también. Y aunque la tecnología simplifica, es bueno recordar que no todo lo valioso se mide en rapidez… que todavía hay cosas que merecen vivirse despacio.

Quizá el reto hoy no sea adaptarnos al cambio —porque eso ya lo hacemos—, sino decidir qué no queremos perder en el camino.

«Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.»

Eclesiastés 3:1

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