Al final, me quedé en mi lugar,
como un faro que espera,
creyendo que no estaría solo,
que ella sería mi última compañía en la tormenta.
Me equivoqué.
Cada amanecer fue un acto de amor,
pero en sus ojos solo encontré mis sombras.
No encendió mi fuego,
no tendió su mano para forjar al hombre fuerte
que soñaba caminar a su lado.
En cambio,
con palabras afiladas como invierno,
derribó, piedra a piedra,
al hombre que, incluso entre ruinas,
la amó hasta el último amanecer.
OPINIONES Y COMENTARIOS