La Nada y el Todo en el vacío de la completud humana

La Nada y el Todo en el vacío de la completud humana

Balam

08/08/2025

El clamor de la música y la algarabía en las calles por el festival del patrono del pueblo, me hacían olvidar aunque fuera por un instante el vacío que habitaba en mí corazón, pues no recuerdo ni un solo día que lo haya dejado de sentir. Mi vida giraba en torno a esta oquedad en mi cuerpo sólido; era absurdo llenarlo con algo insaciable, como el vacío infinito  en el oscuro universo, sin embargo me empeñaba obstinadamente inconscientemente a alimentar este espacio horadado por la ilusión de la incompletud.
Urgaba en lo más ominoso de la lóbredad humana, mancillado por el cieni lujuriante del deseo carnal, como un mendigo buscando las moronas de pan rancio y mohoso. Sucumbí ante toda clase de perversión, empero todo eso no importaba pues aquel vacío era una vasija sin fondo.

Me devanaba los sesos reticentemente para no caer en aquella ciénega mundana de lo efímero. 

Ose revelarme contra este deseo flamelico que intentaba avasallarme para caer y salí de aquel apartamento, donde me había refugiado en un intento de inspiración para concluir aquel proyecto que con tanto ahínco me había propuesto a comienzos del año, pero me era difícil hilvanar la congruencia de mis pensamientos para transportarlos al papel. Ese día caminé en dirección al centro del pueblo siguiendo los aplausos acompasados del gentío que desbordaba las calles adoquinadas, con un grupo de flautistas y tamborileros, que avanzaban en círculos haciendo sonar al mismo tiempo las castañuelas engarzadas en filas ordenadas alrededor de sus tobillos. Me dejé llevar por las risas y la alegría de las personas que me eran desconocidas, sin embargo me ofrecían un paliativo para este desasosiego que me incitaba a tropezar una vez más, comenzando así el ciclo sin fin de este tormento, pero estaba en una lucha contra el deseo de mi cuerpo y el anhelo de mi alma por liberarme de esta atadura. 

Pasado un tiempo en ese trance de alegría colectiva me fui percatando que las calles se repetían, las casas eran las mismas, que los movimientos del gentío no variaban, la danza se repetía una y otra vez iniciando y finalizando de la misma manera, el ritmo de los músicos nunca cambiaba, comencé a observar como todo permanecía en una perpetua reproducción de un disco rayado. 

Caí en cuenta que las personas bailaban, reían y cantaban con movimientos vacíos sin sentido, alejados de cualquier indicio de inteligencia, siguiendo el camino como ciegos al precipicio, no hacían otra cosa que emular como fichas de comino al caer a la persona de a lado y así sucesivamente solo cambiando en pequeñas variaciones. Salí corriendo de ahí con un miedo que me atenazaba contra lo desconocido pues por un instante percibí como esta tendencia de movimientos vacíos me quería imbuir en la misma frecuencia de locura de esa menesterosa gente.  Corrí lo más que pude adentrándome en las calles más antiguas del pueblo, donde el adoquín se perdía y calles hechas de tierra y piedra emergian, para recordar lo antiguo que el pueblo era. Cuando me sentí desfallecer me senté en una banca de madera maciza dispuesta sobre dos bloques de piedra pulida. Al recuperar el aliento no sabía en qué parte del pueblo me encontraba, nunca había estado ahí. El sonido de un chirrido llegó a mí, como el de una polea al jalar la cuerda con movimientos pausados pero continuo. Supuse que venía del interior de la casa contigua a la banca donde me había sentado. La puerta de la casa se encontraba bajo un dintel de cantera, con un postigo en una de sus puertas. La madera se veía maciza, muy antigua pero se podía percibir el cuidado con esmero para mantenerla en buen estado. Toque con los nudillos pero me parecía que el grosor de la madera no dejaba penetrar el sonido de mi curiosidad por entrar, así que decidí jalar el hilillo que se encontraba en el postigo, se escuchó el click de la cerradura al ceder, en ese momento el chirrido de la polea paró por unos instantes y se escuchó el sonido del agua al  trasvasarla, enseguida el chirrido comenzó pero este fue más veloz como dejando que la gravedad hiciera su función al dejar caer un objeto. El sonido paró nuevamente pero esta vez con un golpe seco. Todo me generó aún más curiosidad. 

-Hola? Dije entre murmullos. 

Solo el silencio me respondía con el chirrido de las bisagras al cerrarse la puerta. El zaguán de la entrada estaba adornado con múltiples helechos en macetas de barro rojo por ambos lados superpuestas sobre soportes de herrería con sus cuatro patas coronadas en espirales forjadas finamente. El piso era de azulejos rojos con aparentes garabatos que cuando enfocabas la vista en cuatro al mismo tiempo te dabas cuenta que formaba una flor. El ambiente se sentía fresco, con un olor a tierra mojada que me lleno de esa seguridad de mi tierna infancia donde chapoteaba en el jardín de mi casa después de llover. El zaguán terminaba en un arco compuesto de cantera y daba paso a un jardín amplio, resguardado por la sombra de un gran y frondoso aguacatero, que estaba tupido de aguactes de piel blanda de esos que se comen con la cáscara. A decir verdad nunca había visto uno tan enorme y con tantos aguacates listos para cosechar. El patio estaba limpió de hojarasca y en torno a este plantas florales de diversos tipos que la mayoría yo desconocía, pero todas igual de lozanas, hacían el ambiente apacible y armonioso.
No había más sonido que el de la polea que se había vuelto nuevamente pausado y continuo. Lo que me hizo percatarme que debajo del aguacatero y detrás de él se encontraba una anciana jalando la cuerda para sacar un balde de agua de al parecer un pozo de agua. Su vestimenta era muy tradicional con su rebozo sobre los hombros, con un delantal doble con su falda por debajo y sus zapatos negros de piso. Su cabello argento brillaba con los rayos del sol. 

Jalaba con tal brio la cuerda del pozo que dudaba que necesitara mi ayuda, pensé en ofrecercela pero antes de poder articular algún sonido la anciana me observó de soslayo y como si leyera mis pensamientos hizo un gesto con la cabeza que indicaba que no lo hiciera pues no le hacía falta mi ayuda, no se sorprendió ni siquiera al notar mi presencia pero aún así decidí aventurarme a presentarme: -Disculpe el atrevimiento por entrar de esta manera, pero desistí al impulso de saber el origen de este chirrido. Mi nombre es tres…    -No hace falta saber tu nombre bello, para mí todos somos iguales y venimos del mismo lugar. Me interrumpió con una voz dulce como si de una abuela se tratara y me dirigió una mirada llena de ternura. Comencé a sentir esta sensación de haberla conocido en algún tiempo atrás pero por más que trate de recordarlo no pude. Esperé a que terminara su labor y nuevamente trasvaso el agua a una vasija con asas en cada lado lo suficientemente grande para almacenar el agua del balde de metal.

-Ahora sí bello es tu turno mientras yo riego mis plantas, me puedes ayudar a sacar más agua del pozo. La anciana tomó la vasija como si esta estuviera vacía dandome la impresión que era una anciana autosuficiente, con vitalidad de sobra para hacer los quehaceres de la casa por ella misma; irradiaba un espíritu denodado, donde cada movimiento era sabiduría por sí misma.

A comparación de ella, mis jalones de la cuerda eran desmañados y muy ruidosos, el balde derramaba agua con cada jaloneo. La anciana volvió y trasbasó el agua a su vasija, la rutina se repitió una y otra vez. Y empecé nuevamente a notar como esta experiencia se convertía en una rueda de tiempo que giraba y giraba, repitiendo los mismos movimientos vacíos perdiendo la razón por lo que lo estaba haciendo. Con la única  diferencia de la experiencia anterior es yo estaba imbuido, era consciente del patrón pero mi cuerpo no respondía no podía huir. El miedo me atenasó intensamente, anteriormente había podido correr pero no en esta. Ahí venía de nuevo la anciana con sus semblante sereno.

-Relájate bello, solo has despertado un poco, ha habido un movimiento en tu presencia. Ese miedo que te paraliza por lo desconocido, el miedo a perder el control de tu realidad, de la identificación con el personaje de tu cuento. 

Aquellas palabras me penetraron como un cincel en la roca quebrajando aquel miedo paralizante que se notaba más a manera de emoción cristalizada adherida a mí psique, los cuales se desmoronaban en pequeños trozos desapareciendo en la basta conciencia de mi yo observador. Finalmente pude moverme, mi resuello se tornó tranquilo y profundo. 

-¿Quién eres? Le pregunté en cuanto recupere el aliento.

-Lo importante no es quien soy.        -Entonces ¿qué es lo que importa? no comprendo del todo.                      -Que eres nadie…                                  -¿Que soy nadie? Exclamé con asombro, hasta cierto punto irritado.                                                -Sí pero también eres todo…              -¿Qué? Eso es imposible, ¿cómo puedo ser dos cosas a la vez?            -Porque aún no lo sabes. Eres nadie y todo al mismo tiempo. Cada uno de nosotros despierta a su propio tiempo y en ti puedo observar como ha empezado el proceso. Por eso me atreví a decirte quién eres. Dime: ¿Porque has venido a este pueblo?
El tono en el cual me hacía aquella pregunta me daba entender que sabía mis motivos, pero aún así le respondí:

-Para enfocarme más en mi proyecto. Se quedó mirandome con su mirada azabache y profunda por unos instantes y luego habló.            -Has venido aquí «buscando paz y tranquilidad» para tu agujero de dona que tienes en el pecho, quieres deshacerte de él para poder ser alguien, para hacer algo, para ¿ser reconocido? O para ¿ganar más dinero? Quieres ser una pequeña parte de algo más grande pero lo haces pensando desde tu sentimiento de inferioridad buscando ser superior. Te dije que a mí no me interesa tu nombre y así es, porque tu nombre, el nombre de cada uno de los dormidos allá afuera, es un personaje que lucha constantemente por definirse con algo. Quieren ser parte de un todo falso. Pero somos nadie porque absolutamente nada nos pertenece, porque todo le pertenece al vacío, y en el vacío te encuentras tú, yo, el agua, el pozo, las plantas, este pueblo, el planeta, el sol y las estrellas están dentro del vacío conectados por un todo, la totalidad. Este vacío que alimentas a través del sexo no es más que la frustración por no cumplir las expectativas del otro, de los otros, de Dios, de tu imagen misma que crees que te define y como no te gusta sentir esa emoción buscas un paliativo para evitarla, pero esto hace más fuerte la emoción y el vacío. Pero entre más te resistes a sentirlo a observarlo a vivirlo más persiste.

Guardo silencio por un momento y yo aproveché para digerir todo aquello que me caía como un balde de agua fría, tenía razón, entre más evitaba hacerlo con más fuerza regresaba. Me surgían tantas dudas y me atreví a preguntar. 

-He intentado afanosamente observarla y vivir esa emoción la  cuál siento más grande que mi voluntad puesto cada vez que lo intento sucumbo en la trama de su red.                                                          -Es que la quieres vivir desde la sensación de no querer hacerlo.        -Pues quién querría hacer algo tan deshonroso para mi alma. Le conteste desdeñosamente.            Ella continuó con su voz serena y tranquila. 

-Observa dentro del pozo. 

Su tono de voz y la indicación me trajo al presente pues me había perdido entre las memorias de mi pasado en los vanales intentos de no alimentar este vacío haciendo que la frustración y la desesperanza me provocará un sabor amargo en la boca por no haberlo logrado.

Observé cómo me había indicado, me acerqué con precaución al borde de la hondonada del pozo, el cual no era tan profundo, tal vez unos 10 metros como máximo, la estructura era en forma tubular la cual estaba formada por piedra arenisca principalmente, la superficie del agua se veía de un oscuro perlado que no dejaba ver más allá. Me sobrecogio ver una planta a mitad del pozo, que más bien parecía como un árbol pero en miniatura, su follaje era como el musgo y salían de él pequeñas ramas que estaban unidas a un tronco sinuoso de color blanco.

-Ves ese pequeño árbol que ha crecido entre las rocas, entre la humedad, entre la oscuridad y entre la escasa tierra fértil que se encuentra en esas paredes. No sé qué especie de árbol sea, ni siquiera lo he investigado, lo único que sé de él es su enseñanza, su esencia. 

Para mí era algo nuevo escuchar eso, pues no entendía como un árbol miniatura en medio de un pozo tendría un aprendizaje para mí. Mi rostro perplejo lo dijo todo.

-¡Ja! Tiene mucho más que enseñarte que los libros de ayuda que has leído. Ese árbol acaso ¿renunció? ¿huyó de este lugar donde la luz del sol es escasa y los nutrientes casi inexistentes?        -No. contesté murmurando.    -Sabes por qué.                                     -No.                                                         -Porque este pequeño árbol tiene la conciencia de flexibilidad, de adaptarse al entorno y florecer, porque aunque ahora no lo veas en alguna época del año florece como cualquier otro árbol; lo hace de la manera más bella y elegante, siguiendo el flujo de la naturaleza. Para desarrollar una conciencia flexible no tiene juicios, reconoce que hay escasez de nutrientes y de sol pero no sufre por eso, también reconoce que hay humedad en el ambiente y eso es muy bueno para el, pero no se apega a esa ventaja, sabe que a partir de las ventajas y desventajas de encontrar el equilibrio. El modo de hacerlo fue disminuyendo su tamaño para ajustarse a las condiciones del entorno y poder expresar su propósito, su esencia. Este árbol nunca dijo me voy de aquí porque no hay suficiente espacio para mí, ni se quejó de la de la poca luz del sol que absorbe por algunas escasas horas al día. Aprendió el juego de la vida, integro lo bueno lo malo y se volvió un árbol excepcional.

Me quedaba más claro ahora la enseñanza del árbol miniatura con la explicación de la anciana. 

-Bello, ahora te pregunto ¿cómo podrías aplicar este aprendizaje a tu proceso por el cual estás viviendo? No me contestes aún. Te dejaré un momento a solas. 

La anciana se marchó con pasos silenciosos dejándome con mucho para reflexionar. Me senté en la orilla del pozo bajo la sombra del aguacatero y me quedé contemplando aquel árbol miniatura. Pasado algún tiempo la anciana volvió con su andar silencioso y su mirada serena se sentó a mi lado acariciando sus dedos sobre el dorso de mi mano  

– ¿Y bien?                                                -Reconozco que he estado juzgando este comportamiento lujuriante desde el sentimiento de querer huir y lo etiquetó como algo malo y que se debería evitar, me fuerzo a no hacerlo, pero me doy cuenta que esta energía es como una bestia entre más la quieres someter, más furiosa y agresiva se pone. Si solo la veo como una experiencia, que busco para llenar este vacío y me entrego a la experiencia por lo que es, sólo es la experiencia, desde la conciencia de observador, como en el festival o como lo que me pasó aquí contigo, en ese estado dejo de  luchar y me permito fluir con el vacío, el desasosiego, la frustración, el miedo, sin buscar llenarlos con algo. Me mantengo atento, y son de igual manera los escasos nutrientes que tiene este árbol, entonces observo las ventajas que hay en mí, mi anhelo por mejorar mi interior. Entonces puedo transformar la experiencia integrando ambas partes. Sintiendo el vacío de la nada y la completud del todo. 

-Me alegra que lo hayas comprendido. Esto solo es un pequeño paso para emprender el camino a la completud humana sabiendo que eres nadie y todo al mismo tiempo. Es momento de marcharme bello, mi trabajo por hoy aquí ha terminado. 

-¿A dónde vas, si es tu casa?            -A donde quiera que voy es mi casa recuérdalo también lo es para ti. 

La anciana se paró y se acercó al aguacatero parándose junto a él, extendió sus brazos abrazandolo y  como el camuflaje de un camaleón su vestimenta y el color de su piel fueron tomando el mismo color que el tronco hasta que comenzó a hacerse una con él, cuando desapareció por completo y se integró dentro del árbol un aguacate cayó sobre mis pies,  lo levanté y no tenía ninguna mallugadura por el golpe, lo guardé y me marché de aquel bello jardín de ensueño con una sonrisa traviesa.

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