Hoy en el camino a casa, he venido leyendo el libro «Si los gatos desaparecieran», novela que ha expuesto mis emociones sobre todas las veces en las que no me doy cuenta de que te extraño. Me he planteado el siguiente dilema: ¿Qué es de nuestras memorias al morir? Y si mueren quienes nos recuerdan, ¿entonces nuestra existencia realmente estuvo ahí?
He pensado mucho las veces que te recuerdo incomodamente al verte en otras personas, en la negación de mamá al no querer mencionarte y cómo los demás recuerdan que nunca exististe. Honestamente,, no entiendo por qué puedo recordarte con tanta frescura; pienso que si te mencionara todos los días hasta que muera, al morir, tu recuerdo moriría y con él, el mío.
«En una película de cinta blanca donde la trama es mi vida, me gustaría que la vida continúe incluso después de los créditos, y yo ansío que mi vida prosiga en la memoria de alguien».
Respondo preguntas en mi cabeza que no tienen respuesta: ¿qué canción sería tu última canción?, ¿qué chiste sería el último que te diera risa?, ¿mirarías el cielo con sus hermosas nubes antes de despedirte? Quizá sentiste el pasto y la frescura del aire, o quizá no. Si yo simplemente desapareciera, me gustaría saber que alguien recuerda lo que hace sentirme viva: las largas horas de lectura y mi única playlist que repito cada segundo de música en mis días.
Me gustaría apreciar el calor de mi cobija, besar a mis gatos, leer por largas horas donde el tiempo nunca se termine una última vez y mirar la noche más brillante de todas las miles de noches que he tenido de mi vida. Tu memoria y tus recuerdos se han ido volando con el aire, pero aún te recuerdo. En otras personas, en la música y en cada pequeña cosa que existe en mi mundo; cuando yo muera, quizá conmigo lo hagas tú.

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